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Mi querida Pakistán

 Por Nikki | La sexualidad lo mueve todo, es parte de nuestro ser y parte de nuestros deseos latentes e implícitos. Le podemos escapar, pode...

 Por Nikki | La sexualidad lo mueve todo, es parte de nuestro ser y parte de nuestros deseos latentes e implícitos. Le podemos escapar, podemos jugar con ella o tomarla enserio, pero en el fondo es imposible anularla, este o no este, siempre es presente. Mi vida está totalmente afectada por la sexualidad, siempre fue una bestia que por muchos años tuvo correa, y que con el tiempo la fui dejando libre. Le suelen decir el lado obscuro, cuando hablo de los morbos que me plantea, pero yo creo que no hay ni obscuros ni claros, uno es uno y punto.





Desde que desperté a la sexualidad, me era muy difícil no clavarle la vista, a esos jugosos bultos que encerraban los pibes con sus short de fútbol. Me encantaba espiarlos cuando orinaban en los árboles, recuerdo el ir apenas se retiraban y tocar esa madera mojada y húmeda.

Mi apetito por las pijas, me llevo a merodear muchos túneles, habitaciones y baños. Pero había una barrera que no había cruzado, y era hacer esto mismo pero a cielo abierto. En otras palabras y para mi entender, hacer Cruising al mejor estilo. Quizá en sensaciones, podía llegar a ser parecido a lo otro que venía haciendo, pero con una pizca importante de osadía, adrenalina y riesgo. Esto último también llevo a que retrasara la experiencia, aun sabiendo que claramente es lo mío.

Tantas veces sentí hablar de la Plaza Pakistán, tantas cosas leí, miraba el mapita y me imaginaba de todo. A priori me hacía sentir una mezcla de miedo, morbo, mucha excitación, prohibición, necesidad. Era como tomar una única pastilla llena de eso. Conocía un montón sobre Pakistan, pero ella aun no me conocía a mí.


Leé acá más sobre Plaza Pakistán



Un día menos pensado, estando en una cita con un chongo por el rosedal, sentía que haber ido hasta allá para verlo fue totalmente en vano, me aburría muchísimo, el sol caía, y no veía la hora de cortarle el rostro de alguna manera abrupta. De repente recordé que ahí cerca estaba mi preciada Pakistan, de hecho siempre lo supe pero estaba bloqueada. El pibe no me había preguntado nada importante sobre mí, estuve remando el encuentro como una campeona, por ende, no me iba sentir culpable de usarlo como vehículo para no llegar sola al lugar. Le dije que había un sitio cerca para transar tranquilos, y el pibe al toque se prendió, pobre iluso quizá supuso que me iba a garchar. Eran las 8.30 de la noche de un día Domingo, no tenía nada por perder, había mucha gente haciendo deporte, nada podía pasarnos, y de última nos íbamos y listo.



Mientras caminábamos me planteaba si estaba haciendo una locura de llevar a un hetero ‘flexible’ a este sitio, de esos que dicen, ‘yo no soy Bi por que los pibes como yo no me gustan’. Llevarlo a Pakistan!! Imagínate!! De última me hago la inocente y le tiro cualquier cosa si al llegar se horroriza. Pero estaba como niña buscando el tesoro escondido, quería al menos encontrarlo no importa el costo.

Ya estábamos en Dorrego y Alcorta, estaba justo alado del famoso puentecito, al pibe lo veía algo impaciente, y yo muy atenta porque de ahí en mas no sabía bien como ubicar el lugar, una cosa es leer y la otra estar ahí. Me metí por adentro, el pibe se estaba dando cuenta de que algo tramaba. Mientras caminaba no veía a nadie, pero sabía que era por ahí. Lo empecé a transar, mientras miraba para todos lados, no podía seguir dando vuelta por que ya era obvio, igual no encontraba nada. Le tocaba un poco el bulto, pero mi miraba estaba en todas las direcciones. Casi a punto de resígname y dejar el lugar afligida, veo a lo lejos un pucho encendido, como una lucecita pequeña, a 15 pasos míos, como más adentro aun de donde estaba. Fue en ese momento donde mi suerte cambio. Me acerque hasta ese lugar, y al pibe le tire que ahí era aún más tranquilo. Iba en dirección a la luz del pucho, la cual mientras caminaba empezaba a desaparecer, pero me dejo su señal. Llegamos justo alado del alambrado en el famoso sendero, de repente, de la nada, salían pibes, algunos solos o acompañados, también habían pibes mamándose entre ellos, el flaco que me acompañaba no entendía nada. Yo si entendía todo, estaba vivenciando un orgasmo visual de hermosos pibes entregándose entre ellos, todo era difuso, todo era mágico. Como podía ser que hacia 5 min atrás, esto no lo veía, ya me estaba por ir y ahora me encuentro con esto. Aparecían, desaparecían, esa tenue luz que te hacia ver nada, pero por momentos verlo todo, daba la sensación de estar en una película de fantasía porno. Mi acompañante tenía miedo, no podía creer lo que veía, me acuerdo de haberle dicho que era un lugar para darse amor, pero él estaba incomodo, lo retuve todo lo que pude mientras le tocaba la chota, yo seguía mirando, absorbiendo los códigos y las situaciones, pero él ya estaba enojándose, al ser intimidado por las miradas de los otros. Me fui de mi Pakistán, pero esos pocos minutos que estuve ahí, me sirvieron para comprenderlo casi todo.

Lo despedí en Libertador y Dorrego, él se tomó el 10 y yo supuestamente me volvía en el 166. Tenía tanta sed de Pakistán, que apenas perdí al pibe me fui volando devuelta al lugar. Me sentía tan mojada, nunca en mi vida me había mojado tanto. Era la hora de entrar sola, como en aquellas fantasías que me pegaba, pero esta vez conocía el terreno, y agarre el senderito de una. Los pibes desfilaban, daban vueltas, como buscando a su presa, o solamente curioseando. Cerca del alambrado, algunos peteando y otros cogiendo. Nadie me daba bola, yo no era el macho vestido de sport que buscaban, y yo solo quería ver, tenía la cabeza muy a mil como para pensar otra cosa. Todo era tan sutil, todo era tan discreto, aun no entendía como estando tan cerca no había percatado todo esto. Después de un largo rato de observación, me siento en una roca, y me encara un pibe muy feo, no era mi estilo para nada, pero muy amable. Me trato muy respetuosamente, conocía el lugar, y se ofreció a hacérmelo recorrer mejor. Le dije que no quería ir muy lejos, no quería llegar a la zona travesti, porque tenía miedo de no ser bien recibida, sabía que ahí las reglas cambiaban, y yo quería estar en la parte de los chicos. Recorrimos el lugar, me llevo detrás del alambrado y hasta merodeamos por la zona de travestis, junto a él no me importaba. Sabía que no era gratis, se la termine chupando, la tenía muy linda, acabo como cerdo en el pasto. Sinceramente la mamada no la disfrute, estaba con muchas cosas en la cabeza, mucha adrenalina y algo de miedo. Después me explico cómo era la movida, yo me solté más, me relaje más, y puse primera para disfrutarlo a full. En ese momento viene un pibito jovencito, lo encara al pibe que estaba conmigo y le intenta vender una campera. Este wacho era bien turro, bien masculino, buena jeta, de esos que siempre veo en los trenes y tengo una ganas terribles de que me entren. Mi orto tenía hambre de él, y me lo hacía saber dilatándose solo. El wacho le vendía la campera pero me miraba a mí, y me hacía señas en los momentos que mi otro acompañante me miraba. Entendí la indirecta, solo tenía que deshacerme del pibe, que había sido tan amablemente por hacerme el tour, pero como el tour no fue de ‘pura’ onda, al toque nos abandonó el wachin le corte el rostro enseguida con alguna excusa.

Me fui detrás del vendedor, estaba algo lejos pero logre alcanzarlo, me llevo a una parte descampada donde estábamos solos, y me dijo, que me iba a hacer de él, y que era hermosa. Tiro dos camperas sobre el pasto y recostados a cielo abierto lleno de estrellas, me pego la culeada del siglo, con 18 añitos, un cuerpo divino, una jeta divina y hablando de esa manera y con esa jerga que me pone a mil. Me decía, que lo íbamos a hacer bien cheto. No sé si fue cheto o no, pero me dio dos polvos al hilo, me cogió con un desenfreno y una necesidad de ponerla, que parecía que rebotaba en su chota como si estuviese en una cama elástica. En el segundo polvo le pedía que aflojara un toque, que no se olvidara que era mucho más viejita que él. Pero en el fondo estaba igual o más excitada que él, y me aguante esa cogida como una Reina, tenía tanta sed, y Pakistan me estaba dando mucho de tomar. El adolescente testosteronico ya había vaciado bien sus huevos, y por más que haya dicho que iba a estar toda la noche conmigo, ese cuento me lo conozco, y decidí yo levantar la retirada antes que él. Me dijo que iba a seguir vendiendo pero que después quería verme, yo le dije que sí, solo por decir. Nos despedimos.



Eran casi las dos de la mañana, volví al famoso sendero sola, ya algo más segura, pero la adrenalina y el riesgo siempre estaban. Casi no había nadie, nada que ver como cuando entre la primera vez. Me senté, descanse, me preocupaba que casi no había gente. A lo lejos observaba los montones de autos que andaban por el circuito trans, nunca hubiera imaginado que estuve por ahí hace algunas horas. Veo que se acercan dos pibes, que ya había fichado anteriormente, se notaba que eran de la calle, pero estaban bien puestos. Sabía que en cualquier momento iba a hacer contacto con ellos, y estaba sola, una locura, pensé en irme, pero algo me hizo quedar. Los dos caminaron por enfrente de mí, me pasaron como si nada, sus short los delataba, dos bosteros amargos tenían que ser, hoy habían jugado, les tengo un odio. Mi mente millonaria no me lo permitía, pero mi orto goloso, rebelde, ama lo prohibido, me levante y camine detrás de ellos, les salude, pero no me dijeron nada. No los seguí mas, me quede sola devuelta, pero al rato volvieron, se detuvieron enfrente mío, y no decían nada, sentí miedo, no entendía sus intenciones, había leído tanto sobre robos y cosas raras. Ellos seguían en silencio frente mío, hasta que uno de los pibes me dice, te voy a dejar con mi amigo y se va. El pibe que quedo no hacía nada, ni se movía, me acerque a él, lo vi mejor, y entendí el por qué no se acercaba, era otro pendejin, como el que me había cogido hace un rato. Generalmente siempre cojo con gente de mi edad o más grande, nunca tan pendejos, ya que en los perfiles de internet, son los que más vueltas dan y nunca concretan, pero ahí estaba el chikitin, a punto caramelo para mí. Me agache a tocar ese bulto bostero, le daba besitos por encima del short, hasta que empezó a hacer carpita, y le saque la pija para afuera, estaba tan mojada, claro tantas vueltas dio con el otro pibe que todo lo que vio lo cachondeo a mil. Se le puso como un mástil, tan cabezona, tan dotado, era impensable que un cuerpo tan menudito y flaquito, pudiera parar tanto semejante chota. Estaba tan caliente su miembro, como si hirviera, los huevos tan pesados de leche, que seguro por eso le colgaban tanto. Le pase la lengua por todos lados, el calladito, ni una palabra y obedecía todo lo que le decía. Mi orto quería pija bostera, se lo propuse, pero él no quería, no podía creer que no quisiese. Después de tanto insistir, el pibe accedió, y me dio la razón del por qué no, simplemente porque ahí pasaban algunos pibes y lo incomodaba eso. Nos alejamos, y me culio, él fue más dulce, más despacio, pero se vino a los 3 min que me la puso, ya no daba más el wacho. Se levanta el short y se va sin decir nada. Como si nos estuviese vigilando, al toque que se va, cae el amigo, algo más grande en edad que él, este la tenía chiquita, pero poderosa, dura como la roca, algo más comunicativo que su amigo pero igual de amargo. Ni me la hizo chupársela, me la metió de una, pero me garcho un buen rato. Cuando el amigo que me cogió primero se volvió a acercar le dijo que se vaya, como si no quisieran cogerme juntos, o les diera vergüenza que los dos se vean sus miembros, eso me tentó un poco. Me siguió dando hasta que acabamos juntos, la banda de leche que tire yo no tenía nombre, me venía tocando pero era la primera vez que acababa. El amargo levanto su short y se fue, de lejos podía divisar a su amigo que lo esperaba.

Eran las 4 de la mañana y veía como un par de grupitos de chicos pasaba por las veredas yendo a la parte de las travestis, estaba sola en el medio del bosque viéndolos desde lejos. Ya todo había terminado para mí en ese lugar, me sentía feliz, Pakistán me había regalado una de mis mejores noches.