Alex Espinoza: “Muchos usamos el cruising como una herramienta para rebelarnos contra una cultura que favorece la decencia y la heteronorm...
Alex Espinoza: “Muchos usamos el cruising como una herramienta para rebelarnos contra una cultura que favorece la decencia y la heteronormatividad”
El arresto en un parque de Beverly Hills del cantante británico George Michael en 1998 —por ‘realizar actos obscenos’— marcó el momento en que el cruising entró en la conciencia colectiva. Aquel incidente fue tratado como ‘crimen’ por las autoridades y también consiguió, tal y como apunta en su último libro el estadounidense Alex Espinoza, “abrir el debate sobre nuestra manera contradictoria, y a veces remilgada, de ver el sexo gay”. El escritor y activista mexicano-estadounidense es autor de Cruising: historia íntima de un pasatiempo radical, un curioso ensayo publicado por la editorial Dos Bigotes y dedicado a la cultura de los encuentros sexuales furtivos entre hombres en lugares públicos, desde la antigüedad hasta los tiempos del Grindr.
Espinoza, que descubrió el cruising en los noventa —cuando era un tímido y gay adolescente mexicano de Los Ángeles con una leve discapacidad física—, tiene claro que el cancaneo le ayudó a encontrarse. “Gracias al cruising encontré un lugar donde podía exhibir control, enfrentarme a mis demonios y a mis propias inseguridades. Porque en ese mundo a nadie le importaba si era o no discapacitado. A nadie le importaba que fuese pobre o débil o un socialmente torpe. Solo les importaba una cosa. Y aprendí a dejarme ir”, confiesa el autor.
El cruising es una práctica cultural que ha existido durante siglos. Pero, ¿cómo se las apañaban para operar en el pasado quienes sus practicantes?
En el pasado, el anonimato era el entendimiento. Los hombres se encontraban en secreto. Eran encuentros casuales, en baños públicos o saunas. En la antigua Grecia y Roma, solo los hombres de la más alta nobleza podían participar en encuentros homosexuales, porque solo ellos podían poseer esclavos y estos esclavos a menudo realizaban favores sexuales. Pero estos tenían que seguir pautas estrictas: un hombre noble, por ejemplo, no podía ser penetrado. Tenía que ser el participante activo. Más tarde, muchos lugares que surgieron en ciudades como París y Londres fueron clandestinos y los hombres los encontraron de boca en boca. Las casas molly («casas de maricas») que surgieron durante la era victoriana en Londres eran lugares para que los hombres se reunieran para tomar una copa, realizar presentaciones de drag y tener sexo. Muchas casas molly tenían habitaciones donde los hombres podían estar juntos. Estos eran a menudo asaltados por la policía, y los hombres que eran arrestados eran acusados de sodomía o buggery.
¿Cómo funcionaba el asunto en Estados Unidos?
En el Estados Unidos de la posguerra, durante un tiempo en que la familia nuclear era el principal ejemplo de decencia, comenzamos a ver la aparición de baños públicos, parques y salones de té como sitios de intercambio sexual. Como sucedió en el pasado, los hombres los encontraban a través de gestos secretos y palabras y frases codificadas. «¿Eres un ‘amigo de Dorothy’?” [término usado para referirse a un hombre gay] era una frase popular empleada por hombres que querían señalar a otros hombres sus intenciones sexuales.
¿Qué dirías que llevó al impulso de los hombres gais a tener relaciones sexuales en público? Parece que la cultura gay ha empleado normalmente el cruising como una herramienta para navegar en un mundo que le ha sometido sistemáticamente…
Muchos hombres usaban el cruising como una forma de recibir gratificación sexual secreta simplemente porque estaban ocultando su sexualidad. Los lugares de cruising se convirtieron (y siguen siendo) en la única forma en que estos hombres podrían tener encuentros sexuales genuinos con otros. Muchos de nosotros lo usamos como una herramienta para rebelarnos contra una cultura que favorece la decencia y la heteronormatividad, para decir jódete, para ir a un baño, un parque, una sauna o un callejón, desnudarnos y tener sexo. Además, es divertido.
Efectivamente, muchos consideran que las personas que practican cruising lo hacen a modo de acto de rebeldía o que lo ven como una especie de refugio… ¿En qué sentido dirías que el cruising se ha convertido hoy en un acto de intimidad y acción política?
En muchas partes del mundo, la homosexualidad sigue siendo considerada como un crimen y los cuerpos homosexuales son constantemente vigilados. El hecho mismo de que esta sea una realidad con la que muchos hombres deben lidiar hace que el acto de cruising sea político. A través del cruising, resistimos las reglas dominantes de la heteronormatividad. Esto en sí mismo es una forma de rebelión.
¿Podrías compartir alguna anécdota curiosa relacionada con la técnica empleada por los visitantes de aseos públicos en Estados Unidos?
En mi investigación, y según mis propias experiencias personales, los mejores lugares de cruising aquí, al menos donde vivo, son los baños dentro de grandes almacenes. En los baños, los hombres generalmente abren las piernas y golpean los pies para indicar que quieren divertirse. Otros se aclaran la garganta. Todo es muy subrepticio y erótico.
¿Cómo descubriste tú el cruising y qué recuerdos guardas de aquella primera experiencia?
Descubrí el cruising por accidente, cuando un hombre llegó junto a la parada de autobús donde yo esperaba y me ofreció un aventón. Entré en su coche, encontramos un solar vacío y procedí a hacerle una mamada. Me excitó mucho. Ahí estaba yo, este torpe chico gay escondido en el armario, con la cabeza entre las piernas de este chico sexy. Nadie nunca me enseñó a hacer una mamada, y lo fascinante fue que fue muy instintivo. Sabía exactamente qué hacer con esa polla. Me encantó cada minuto de él. Cuando terminó, me quedé con ganas de más. Pronto se presentaron otras oportunidades. Era como si hubiera descubierto este mundo completamente nuevo.
¿Por qué muchos siguen teniendo hoy día una visión tan peligrosa del cruising?
Porque gran parte de lo que la sociedad en general sabe sobre el cruising ha sido moldeado por la televisión y el cine, y estos medios representan continuamente el acto de cruising como algo perverso y retorcido. En realidad, es una parte tan normal de nuestra cultura homosexual como cualquier otra, una de la que no deberíamos avergonzarnos. Como muestro en mi libro, cuanto más tratamos de regularlo y castigarlo, más prospera y florece el acto.
¿Te parece exagerada entonces la alarma creada por todos esos medios que alertan una y otra vez de los riesgos que Grindr y otras aplicaciones pueden crear a los usuarios?
Desconozco esa exageración. Sin embargo, te diré que en ciertos países donde la homosexualidad es ilegal y se castiga con encarcelamiento y/o pena de muerte, aplicaciones como Grindr han convertido el cruising en un acto peligroso. En muchos sentidos, en lugar de reunir a los hombres homosexuales para divertirse, estas herramientas han hecho todo lo contrario: nos han aislado a unos de otros.
Esta nota aparece primero en theobjective