Ivan Mon | Todos aquellos que venimos de ciudades chicas sabemos que la represión que podemos que tener en nuestra sexualidad muchas vec...
Ivan Mon | Todos aquellos que venimos de ciudades chicas sabemos que la represión que podemos que tener en nuestra sexualidad muchas veces se equipara al efecto de un volcán, es decir nos lleva a momentos en los que descargamos nuestros deseos con toda la fuerza contenida. Este relato cuenta una tarde de esas en la vida de Pablo.
Una tarde en la vida de Pablo.
Lo llevó hasta su entrepierna haciendo que se arrodillara –Chúpala!- le dijo, casi con desesperación. Obedientemente Pablo comenzó a chupar, su miembro estaba caliente y con gusto a limpio, el gallego estaba a mil, levantó a Pablo del piso y lo tiró en la cama dejándolo boca abajo para arrojarse después sobre él encajando su cara en la raja de Pablo, allà empezó a lengüetear como loco, raspándole todo el culo con su barba de 3 dÃas.
Metiéndole toda su pija en la boca y agarrándolo de la nuca para controlar el ritmo de la cogida de boca que le estaba dando
Pablo estaba muy caliente y poco a poco se fue poniendo en cuatro incitándolo a cogerlo, en ese momento el gallego se levantó y con su acento le dijo – dame un segundo, voy a buscar protección. Rápidamente Pablo también fue a buscar en su pantalón un sobre de lubricante que llevaba por las dudas, en ese momento le llegó un mensaje al celular “hola pablo, soy D. S. puedo en media hora en mi casa, mis viejos se van a una cena, apurate”. Pablo acababa de leer el mensaje y el gallego ya estaba de vuelta, tirándolo nuevamente en la cama, esta vez boca arriba, se arrodilló en la cama por encima y a la altura del cuello de Pablo metiéndole toda su pija en la boca y agarrándolo de la nuca para controlar el ritmo de la cogida de boca que le estaba dando, luego de unos segundos donde Pablo casi se ahoga, el gallego abrió el forro y se lo colocó desesperadamente, reacomodándose luego para cogerlo patas al hombro, no sin antes Pablo preparar la zona con el lubricante, a pesar de eso la penetración fue dolorosa y hasta incomoda, sin embargo Pablo se repetÃa a si mismo que tenÃa que aguantar porque hacÃa mucho que no cogÃa y no iba a dejar pasar la oportunidad, a los poco minutos ya se habÃa dilatado y comenzó a disfrutar, mientras el gallego preguntaba retóricamente – ¿Te gusta mi polla, te gusta?- bombeada de por medio el gallego empezó a acelerar el ritmo y en la vena de su frente se notaba que en cualquier momento eyacularÃa, se retiró de dentro y se sacó el forro uniéndose a la masturbación de Pablo, para acabar los dos casi al mismo tiempo, dejando toda la leche sobre Pablo. Después de recobrar el aliento Pablo se fue a limpiar al baño con una ducha rápida y se puso la ropa para luego despedirse del gallego.
Mientras bajaba las escaleras Pablo se acordó de D.S. meditó la propuesta unos segundos y al llegar a la puerta del hotel ya habÃa decido acudir a la cita. Llegó a casa de D. S. en 10 minutos gracias al taxi, en el camino tuvo tiempo para recuperar la energÃa y la calentura recordando los encuentros previos con D.S. Era un amigarche con el cual se encontraban solo para coger cada vez que las épocas de sequÃa se alargaban, tenÃa un cuerpo joven y la energÃa de un toro. D.S. abrió la puerta de su casa y subieron casi corriendo al dormitorio que estaba en el primer piso. D.S. estaba descalzo, con una remera delgada y un pantalón corto, no tardó ni 20 segundos en quitarse todo, al punto que ayudó a Pablo a desvestirse – hace un montón que no tengo sexo, ¿vos hace cuánto?- le preguntó a Pablo. Pablo solo sonrió y le manoteo el ganso que ya estaba al palo, en breve comenzaron un 69 en la cama y D.S. humedeció sus dedos para dilatar a Pablo, OH! Sorpresa al darse cuenta que el trabajo ya estaba hecho, D.S. se dio cuenta pero no preguntó nada, pues el solo hecho de sospechar que Pablo habÃa estado con otro momentos antes, le movÃa muchos ratones en la cabeza, tanto asà que sin mucha previa abandono el 69 y se escurrió entre las piernas de Pablo para posicionarse encima de él puerteando su orificio con su pija toda ensalivada aún, un empujón, dos empujones, y en el tercero envió todo su miembro adentro, a Pablo le dolió un poco, pero le calentaba el hecho de que D.S. ni siquiera le pidió permiso y empezó a cogerlo sin piedad, con fuerza y mucha energÃa, buscando llegar al clÃmax. Al cabo de unos minutos D.S. solo querÃa terminar, justo antes de acabar sacó su pija y descargó toda su leche en las nalgas de Pablo.
Cuando D.S. se limpiaba con una toalla húmeda escuchó la puerta del garaje, eran sus padres, la cena se habÃa suspendido, rápidamente se vistieron y Pablo se fue por la puerta de atrás.
Esta vez Pablo no terminó pero estaba satisfecho de alguna manera, ya empezaba a oscurecer y se dirigÃa hacia su casa, en el camino pasó por una plaza del barrio que estaba casi vacÃa, allà solo estaba un tipo de unos 30 años, con barba oscura y espesa, con ropa deportiva y fumando entre unos árboles, Pablo lo miró con disimulo y se dio cuenta que este no le quitaba la mirada de encima mientras caminaba por el medio de la plaza, al salir de la plaza algo hizo que Pablo se detuviera.
El solo hecho de pensar que podÃa coger con tres tipos en una sola tarde le provocó otra erección, dio media vuelta y volvió a la plaza, esta vez pasando a menos de un metro del tipo, cuando llegó hasta él enlenteció su paso y el tipo le hizo un gesto con la cabeza señalando los arbustos mas escondidos, Pablo entendió y se metieron en los arbustos, no hubo una sola palabra en el medio, el tipo le bajó el pantalón a Pablo y lo puso contra un árbol, luego se bajó los pantalones hasta las rodillas y lo ensartó ayudándose de un poco de saliva, mientras el tipo bombeaba y le mordÃa la oreja con suavidad.
Pablo pensaba en la pija gruesa del gallego, en la fuerza de las embestidas de D.S. y el cosquilleo que le provocaba la barba del tipo que rozaba su cuello, esa combinación de imágenes y sensaciones en el cuerpo lo llevaron a un orgasmo que quedarÃa por siempre en el recuerdo...