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Escrito en el cuerpo. De cuando me atraviesan otros hombres.

Claudio del Gagging | Se inscriben como marcas, huellas sobre el sujeto desde la piel hasta el alma, determinando un espacio a alcanzar: un...

Claudio del Gagging | Se inscriben como marcas, huellas sobre el sujeto desde la piel hasta el alma, determinando un espacio a alcanzar: un verdadero punto de llegada que se asemeja por demás a aquél de partida.




Tengo varios amantes, vivo solo, 48 años algo de panza, algunas canas, los que me conocen de entre cama dicen que la mamo perfecto y que garcho muy bien. Me entrego. Y es que realmente me gusta. Tanto o mas que la penetración. Pero lo que me motivo a escribirles y contarles mi historia es lo que me paso el otro día.
Tengo 3 amantes rotativos de los cuales cojo con 2 con más asiduidad, uno tiene 30 años profesional, lindo pibe que está cansado de toda la pelotudez de los chicos de su edad a saber:

  • Que son histéricos

  • Horas de chat que no llevan a nada

  • Fotos y fotos que se acumulan en su celular

  • Números de teléfono que no se van a usar mas que para un solo mensaje

  • Fastidiosas charlas que no llegan a nada

  • Esterilidad comunicacional nula, a pesar de tener toda la tecnología para el levante.

Conmigo la cosa fue distinta, le pasaron mi número le conteste un hola, me preguntó si quería conocerlo y le dije: VENITE.

A los dos minutos de estar juntos nos sobraba la ropa, el es muy morboso y despierta en mi toda la parte más sucia de mi ser que todavía no conozco, ¡pero que quiero conocer! Me hace de todo, sexo oral, anal, frotting, rimming, besos de todo tipo, me pega con su pija y me besa nuevamente casi amándome, se reconoce –nos reconocemos- adictos uno al otro. No nos preocupan nuestros olores: el de su transpiración es narcótico, también los compartimos, hace mucho –al menos a mi- que no me pasaba eso con nadie. Pero hay algo que a él lo obsesiona, MARCARME. Mi cuerpo sexuado pasa a ser un motivo de angustia que los motiva continuamente a venir a marcarme, a declararme territorio en relación al sexo, a este sexo prohibido, ambos están en pareja y yo soy lo prohibido.

DIJE MARCARME.

No me refiero a darme un chupón o dejarme marcada la piel, no, el de 30 quiere marcarme, en principio cogiéndome, es muy dotado, y créanme que lo logra, pero el quiere que sea su pija, su verga, su virilidad, su hombría, la que quede inscrita en mi culo, mi cuerpo y mi psiquis, se obsesiona con eso, se vuelve loco, porque no lo sabe. Y yo que soy como el papel en blanco, le digo que sí y me dejo hacer.


Nunca hablo de uno con otro.


El otro es un tachero de 50 años bien puestos, casado, también dotado, no tanto como el anterior, pero hay que ser bien macho para bancarse su pija en el culo. Está plantado como todo hombre de su edad, es mas seguro, de caminar macizo, sabe lo que hace al momento de abordarme, sabe sincronizadamente que botones tiene que tocar, le encanta como le hago sexo oral, a cambio me entrega toda su pija, me coje como los Dioses, aún cuando yo pienso que todo lo que tiene entre sus piernas no va entrar en mi cuerpo el se da maña para hacerlo, sin esfuerzo y sin dolor. Es todo su arte. Es lo que entrega. Pero al igual que el de 30 está preocupado por ser: “quien me haga mejor el culito”; “Por ser el macho que me lo destroza”; “el que mejor me cojió”; “del que me voy acordar mañana cuando no pueda sentarme”. NO BESA.

Ambos preocupados por la inscripción de su hombría en mi cuerpo, que se puede traducir en dejar rastros de ellos en el mío, de semen, de marcas, rastros….

Con ambos hicimos pactos de sanidad al mostrarnos los análisis de hiv, el de 50 se mostró reticente en un principio, pero después tranzó, porque le gusta coger sin forro. El de 30 lo aceptó naturalmente y no le pareció que me estaba metiendo en su vida privada.

“Si fueras mujer, te hago un pibe”; “te voy a alimentar con mi leche” –me dice uno. “O prepárate porque te tiro la cría toda para vos”; “¡Qué lechazo te vas a comer!” -me dice el otro. Rastros. Lo que me dan.

Hay algo de todo esto que –creo- se nos juega diferentes a activos y pasivosme cago en aquellos que dicen que no hay diferencias, las diferencias están dadas en estas cosas, yo no seré el mismo después de hacer el amor con mi amante porque algo quedará en mí. Algo del otro y algo se modificará en mí, tal vez la dilatación de mi ano, por poner solo un caso, el dolor en mi garganta por mis mamadas profundas. El activo acaba; entra en periodo refractario, guarda la pija en el pantalón y sigue con su vida. Se va relajado, descargado, ordeñado, algo se ha inscrito en su cuerpo, pero no es lo mismo que al pasivo. Solos los versátiles tendrán la doble ligadura, una doble inscripción.

Nosotros recordaremos al otro día aquello que ayer hicimos por las contracciones anales al sentarnos. Por lo que masticamos y tragamos, por lo que entra y por lo que sale, como ayer, por lo que entro y lo que salió. Pero algo ya se ha modificado. Algo ha quedado escrito en mi cuerpo.