Iván Mon | Después de mis primeras faenas y de los esporádicos encuentros que eran cátedras sexuales recibidas por Fabián (un cuarentón que ...
Iván Mon | Después de mis primeras faenas y de los esporádicos encuentros que eran cátedras sexuales recibidas por Fabián (un cuarentón que habia hecho sexualmente conmigo lo que quiso), a los 18 años me mudaba del pueblo para empezar la vida universitaria, durante ese periodo a pesar de la doble vida (noviecitas intermitentes y encuentros con hombres) habÃa desarrollado un gusto particular por los hombres un poco mayores que yo.
En esos años entendà que toda la gente tiene mambos por asà decirlo, algunos más grosos que otros, en esa época yo era muy intolerante y cualquier actitud poco común me hacÃa descartar rápidamente a los compañeros sexuales (lógica falta de madurez), quizás también porque andaba buscando alguien que ocupara el lugar de Fabián (el hombre y compañero sexual perfecto). Recuerdo a José un tipo del último año de la carrera, lindo macho, muy masculino y popular, el primer cruce de miradas fue en el baño de la facu, el corazón me galopaba mal y hasta me sonrojé, luego de un par de cruces de miradas más, un dÃa me anime a saludarlo con un –hola- seco y nervioso, pero fue la puerta para pedirle mas adelante unas clases particulares en casa, para una materia en la que “tenia dificultades”.
Mambos que me incomodaban tanto...
tal vez, porque no habÃa madurado aún...
Ya en casa..... ¡Qué manera de coger! Ni siquiera nos dimos tiempo para sacarnos la ropa, apenas me saque los zapatos, tenÃa la remera puesta y mis pantalones/bóxer bajo las rodillas, él aún con la campera de cuero y los botines de motoquero, únicamente se habÃa desabrochado el cinturón y liberado su miembro a través del cierre del Jean azul, ambos de pie, el bombeando con fuerza y desesperación, yo contra el escritorio (sobre mis apuntes) recibiendo y disfrutando del morbo del momento, el ruido de la lubricación y la saliva (ya tenÃa más practica) era muy excitante, José gemÃa muy suavemente y respiraba en mi cuello y nuca, con su mano derecha agarraba mi cadera y su mano izquierda me rodeaba el cuello por delante, como asfixiándome y por momentos tapándome la boca cuando yo gemÃa, mambo que a él le encantaba y a mà me empezaba gustar, ese mambo no era el problema, sino que cuando el señor llegaba al orgasmo, solÃa gemir con mucha fuerza, casi incontenible, pero lo más molesto era como sus gemidos se tornaban gradualmente en un lamento, como cuando un niño está por llorar, y por si no fuera suficiente incomodo ese lamento se intercalaba con una especie de risa entrecortada para luego volver al gemido de lamento y luego otra vez a la risa y asà psicóticamente oscilando entre llanto y risa mientras eyaculaba.
Confieso que quizás ahora ese no serÃa un problema tan grave, pero en esa etapa fue suficientemente incomodo/molesto/gracioso, para no querer oÃrlo nunca más.
Luis, un profesor que dictaba clases a otros grupos, se habÃa convertido en mi obsesión, notaba una sutileza peculiar en algunos de sus gestos y los comentarios de algunas alumnas que no habÃan tenido éxito al seducirlo me motivaban para probar. Era un tipo cuarentón muy buen mozo, con un fÃsico interesante, su pelo negro y entrecano se veÃa sexy en esas camisas y sacos semi sport que solÃa usar. Comencé cambiando mis horarios para poder estar en su clase, me sentaba delante de todos y preguntaba con gran interés y lógicamente me quedaba al final para disipar otras dudas….. noté que sus miradas no eran tan inocentes y ese relacionamiento tÃmido e introvertido cuando no hablábamos de su materia, me dieron el valor de pedirle asesoramiento un fin de semana en su casa para un proyecto de investigación. Cuando llegué y vi que era la casa de un soltero no pude sentirme más feliz. Sentados a la mesa de su comedor cada tanto me levantaba para estirar las piernas o ir al baño, al volver del mismo, pasé detrás de su silla lentamente y pose mis manos en sus hombros.
– Muchas gracias por la ayuda que me esta dando profe, no muchos lo hacen de manera desinteresada como usted-
-No es nada- me respondió posando su mano en la mÃa.
No habrÃan más palabras (o eso yo creÃa), simplemente empecé con un masaje en los hombros y él me autorizó no oponiéndose al mismo, luego de unos minutos se levantó, me tomo de la mano (evitando mirarme a la cara con mucha timidez) y me llevó a su habitación guiándome hasta su cama, dio la vuelta y cerró la puerta de su habitación con llave. Confieso que tuve mucho miedo y le pregunté por que lo hacia – me siento mas seguro- me respondió, creo que su respuesta me dio hasta ternura, suavemente me sacó la ropa y se fue quitando la suya, quedamos completamente desnudos sobre su cama, chupó literalmente cada centÃmetro de mi cuerpo, haciendo especial énfasis en mis pies, nunca me habÃan dado una chupada de pies, era incomodo pero una vez que me relaje era muy placentero, era un "mambo" nuevo para mi, pero debo admitir que no me desagradaba, y él tenia una cara de éxtasis, como embriagado por el morbo, que me excitaba mas aun, luego empezó con una mamaba en mi miembro que era espectacular, yo pensaba “este tipo es genial, no tiene mambos tan raros” pero cuando me pidió que lo penetrara todo cambio. Yo aún no habÃa definido en ese entonces mi gusto mayormente por ser pasivo.
Empecé a penetrarlo estando él en cuatro patas, con protección y lubricante que él habÃa brindado, acariciando esos glúteos fuertes y peludos, el momento en el que logré entrar completamente en él, el silencio terminó, empezó a gemir, cosa que me gustaba pero también empezó a hablar. Hablar mucho.
-Si métemela, si asÃ!,- (hasta ahà nada de otro mundo pero no se callaba)
-Si, te gusta, rómpeme el culo, si!, cógeme todo! Si asà me encanta que los alumnos me cojan!, si asÃ- (yo seguÃa manteniendo el ritmo del vaivén pero él no se callaba)
- Si!, asi mas! Dame mas! No me escuchas? Mas!!- me gritaba- llama a tus compañeros, que vengan todos y me violen! Si! Si!, haceme un hijo! Si! Soy tu perra en celo! – (para mi ya se estaba tornando incomodo pero trataba de no perder ritmo)
-SI! Si!. Violame! Si! Como una putita! Sácame sangre!, si, que salga sangre de mi culito roto! Sangre roja que me chorree por las piernas!- prácticamente Gritaba y pude percatarme de que además lloraba tenÃa la cara llena de lágrimas, por momentos trate de parar pero el pedÃa llorando que siga, yo no me detenÃa a pesar de que estaba totalmente impactado porque él seguÃa pidiendo mas-
-Dale rómpeme el culo, con fuerza violame!! Violame!!! Quiero que me mates! Matame!!- gritaba y lloraba, con otros comentarios que son demasiado perturbadores para reproducirlos ahora.
Luis empezó a masturbarse en esa posición y pronto terminó, gritando también como si lo estuvieran matando y llorando a mares, se tiró en la cama y me hizo recostar abrazándome con instinto casi paternal. Creo que él cerró los ojos y se durmió un poco, mientras yo tenÃa los ojos abiertos como nunca, tratando de entender que mambo jodido habÃa pasado por la cabeza de este hombre. Los encuentros no se repitieron mas pues yo lo evitaba dada la experiencia primera.
Quizás ahora puedo pensar que estos “mambos” en el más respetuoso e inclusivo de los sentidos, me incomodaban tanto porque no habÃa madurado aun, ahora no me privarÃa de por lo menos intentar entender y disfrutar con mambos ajenos y propios, como no lo hice en su momento con otros como Xavier que tenÃa tendencias sádicas o Damián un amigo que fotografiaba todo en ángulos impensados, pero esos son relatados mas adelante...