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Añoranzas de cruising: Una vuelta por el parque.

Por Luciano | Relatos de los lectores |  Una de las cosas que más se extraña en estos momentos es la onda del #cruising . Para quienes s...


Por Luciano | Relatos de los lectores |  Una de las cosas que más se extraña en estos momentos es la onda del #cruising. Para quienes somos fan, hasta diría adictos, es irremplazable: mezcla perfecta de anonimato, morbo, placer y, sobre todo, el contacto instantáneo. Con el tema de las aplicaciones es una lucha constante, mucho boludeo, y hasta reconozco que a veces entro solo para “ver un poco”. 


No pasa más que eso, por muchas cosas: el típico “sin lugar”, la distancia, el alistarse para salir o recibir a alguien, etc. Si bien alguna vez me sacó de apuro y sobre todo descargamos la calentura con algún pibe, los encuentros concretados son los menos. Una paja tremenda ponerse a charlar contestando las mismas preguntas una y otra vez. A veces uno le pone onda, pero como todo sucede virtualmente no está esa necesidad, ese apuro y ese compromiso de responder a un cuerpo físico que nos está solicitando alguna información. El interlocutor ocupa un espacio compartido con un montón de otros cuadros, muchos de ellos en negro.


En cambio pasarse por el parque, por la reserva y tantos otros lugares en los que pasan cosas, tiene otros códigos. Basta con estar cerca para “darse una vuelta”. A veces es un 2x1: salir a hacer ejercicio y de paso ver si pasa algo, curiosear un poco. Una vez estando ahí es cuestión de mirar un poco la onda que hay y decidir encarar a alguien, más express que eso no hay. Mirar, saludar, preguntar “qué te va/qué buscás” y mandar mano de una, sin vueltas literal. La cantidad de veces que no intercambié ni dos líneas que ya tenía al chabón de turno arrodillado comiéndome la pija al palazo.


  • Una vez me la morfaron una hora reloj, el pete más largo hasta ahora. El chabón era un maestro con la boca, garganta profunda, variando el ritmo, a veces se concentraba solo en la cabeza, un morbo impresionante y el placer eterno. Mientras otros iban y venían, algunos miraban un rato y después seguían en la suya.  Cada tanto lo agarraba de la nuca para controlar el cabeceo a mi ritmo, se dejaba hacer, la disfrutaba y se notaba.
  • Otro momento de calentura extrema fue cuando se la morfe a un pendejo machito, bien calentón el hdp, como a mí me gustan. Una poronga gruesa, hermosa, perfecta, levemente inclinada hacia arriba. Hace rato que venía con sed y ese encuentro fue perfecto para saciarla. El chabón estaba de jean y remera, le quedaban un toque ajustados, marcando brazos y sobre todo un terrible orto (durazno mal) que aprovechaba para apretar seguido cuando lo impulsaba hacia mi garganta con ambas manos. Tremenda chupada de pija le di. Un relax tenía el pendejo, que mientras yo hacía lo mío, él se fumaba un faso. De a ratos se me cansaba la boca, si bien me gusta chuparla de vez en cuando, no puedo estar tanto tiempo, encima el no acababa más. Por lo que interrumpimos un par de veces para que me recupere. En un momento lo tengo frente a frente, nos miramos, me encantó. Muy lindo pibe, onda el compañero de secundario que todo el mundo se quiere comer de lo bueno que esta, bueno así. En eso nos dimos un buen chape, un poco cariñoso como me gusta que sean. Para que... de ahí baje decidido a reclamar el premio a todo el esfuerzo que estaba haciendo. Acomode bien la boca, el me agarró la nuca dejando quieta la cabeza y empezó a enterrar la pija en la garganta. Se venía lo mejor, no fueron ni tres minutos furiosos que descargó todo. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un buen glaseado.
  • Y uno de los mejores encuentros que tuve al aire libre, rodeado de árboles y la brisa fresca fue con un pendejo onda twink, rubio, marcado pero tranqui. Hermoso él, había salido a correr y se dio una vuelta buscando hacer algo. Bastó que nos crucemos una sola vez, que nos gustamos al toque. Y sin decir mucho, lo tenía de espaldas hacia mí, listo para prestarme esa cola blanca, lampiña y bancadora. Era verano, terminamos los dos transpiradísimos del garche que nos pegamos. Yo no daba más de la calentura que me generaba el pendejo. Me dijo que se ponía bien puto cuando disfrutaba una pija como la mía. No pude evitar comerle bien todo el cuello, que por momentos también se lo ahorcaba. Lo agarraba de los pelos y le tiraba la cabeza para atrás. El suspiraba de placer y dejaba que le haga lo que quisiera, bien sumiso. En un momento me apartó levemente sin sacársela y le pido que se mueva él. Que morbo ver como contorneaba el cuerpo y me garchaba él solito la pija, yo estando quieto y poniéndome duro para facilitarle el laburo. Ya no dábamos más, teníamos que descargar cuanto antes. Se acomodó como pudo colocando las manos en la rodilla y sacando cola, inmediatamente lo agarre de la cintura y empecé con las embestidas. No aguante mucho que ya se la estaba largando toda, bien caliente. Él se pajeo con furia y también acabó al toque, quedamos totalmente exhaustos. Después de eso, él se acomodó la ropa y se dio la vuelta agarrándome la chota, le había encantado. Me dijo: veni que te la limpio. Se agachó y la trago por un rato, hasta que fue perdiendo tamaño. Una culiada terrible, las ganas de repetir que tengo.


Habrá que esperar a que esos lugares vuelvan a tener movimiento, porque es ahí en donde el morbo se siente, donde se manifiesta y donde surge. Uno puede tener una charla morbosa por otros medios, pero no hay foto, audio o diálogos que reemplacen ese contacto directo, estar cuerpo a cuerpo, intercambiar miradas a corta distancia y manotear un bulto para entregarse a él.