Por Clark | Con voz firme y decidida el Senador llamó desde su despacho después que le hicieran manos y pies, lustraran sus zapatos y...
Por Clark | Con voz firme y decidida el Senador llamó desde su despacho
después que le hicieran manos y pies, lustraran sus zapatos y se diera un toque de
Carolina Herrera.
350 pasos separaban su banca de mi departamento y luego de consultar si me podía chupar la verga, si yo entregaba el culo, de saber cómo me cuidaba de las ETS, y asegurarse de que las fotos que le mandé fueran reales, decidió que me la quería mamar un rato, que no le gustaba que se lo cogieran pero quería sentir que le trabajaran el orto mientras le masajeaban las píernas.
Llegó el caudillo provinciano a la hora señalada.
350 pasos separaban su banca de mi departamento y luego de consultar si me podía chupar la verga, si yo entregaba el culo, de saber cómo me cuidaba de las ETS, y asegurarse de que las fotos que le mandé fueran reales, decidió que me la quería mamar un rato, que no le gustaba que se lo cogieran pero quería sentir que le trabajaran el orto mientras le masajeaban las píernas.
Parecía un altar en honor al
“Dios Poronga”
Llegó el caudillo provinciano a la hora señalada.
Un caballerazo hay que decir, o un político de larga
experiencia.
Petiso, redondo y morochazo, de pendejo debió haber sido un chonguito "ganador" de provincia .
Colgó su traje a medida en el perchero valet, dobló sus bóxer
de sastrería y me aceptó un whisky a las 5 de
la tarde sin zapatos y con las medias puestas.
La pija era insignificante debajo de la panza.
Cortita y gorda, pero le colgaba un par de
huevos de toro que le llegaban por el peso casi a la mitad del muslo.
Se sentó y me acerqué metiendo mi poronga a media asta en su boca.
Mamó un rato y sentí en mi verga el frío de su whisky con hielo, el que saboreaba de a
sorbos mientras me tragaba el precum y me acariciaba las pelotas haciéndose la
paja.
El humo de los sahumerios nos envolvía y la verdad que este
gordo me calentó.
No sé si por su prolijidad, por haber sido votado por su
pueblo, por su buena onda de macho caudillo, o porque chupaba la cabeza de la verga como si fuera un helado pasándome
la lengua por el tronco, lo cual me incitaba a ponérsela.
Así que caliente lo puse boca abajo en la camilla, le
hice abrirse el culo con las manos, y en
un descuido casi le vacié el dispenser
de gel con una cánula dentro de su orto
profundo.
Entonces respetando
su pedido, aun con las muchas ganas que
tenia de puertearlo, entré a laburarle
el ojete con el consolador.
La verga de silicona entraba y salía y el gordo me agarró la
de carne retorciéndose de placer.
Viendo
que se lo bancaba y ese culo pedía más, le entré a dar con fuerza.
Con una mano le maneje salvaje el dildo y con la otra le
fregué crema desinflamante,
hasta que decidí dejar de hacerlo y
pasando la mano masajeadora entre sus piernas abiertas le laburé los huevasos y con mucho aceite también la
gordita pija, mientras le enterraba tan a
fondo el aparato que casi creí que lo
perdía dentro de su orto.
No solo estalló en un lechazo sino que su culo se transformó
en un volcán que lentamente derramó una lava caliente y oscura mientras el Senador
de la Nación llegaba al éxtasis de su placer en la camilla.
Que salga mierda de un ojete no es una sorpresa, pero esto
tan líquido y de color tan oscuro ante las luces bajas no era diarrea y me alarmé, pensando que le había provocado una
hemorragia.
El gordo tenía el culo, las piernas y las pelotas manchadas.
Retiré el consolador que chorreba.
Limpié rápidamente el
cuerpo del gordo con toallas descartables, lo tranquilicé, y le pedí que dormitara.
Fui al baño para ver a plena luz la sangre, preocupado por como cubrir la imagen del caudillo, si tenía que llamar una emergencia médica.
Las toallas y el consolador estaban embadurnados de una liquida crema negra.
El consolador en su mesa de ofrendas se había impregnado de
humo de sahumerios y con tanto gel para hacerle el culo, me hizo pensar que a mi Gordo Nacional y Popular se le había roto
una vena.
A las siete de la tarde había sesión extraordinaria.
Hubo quórum con su presencia
Cuando olieron a sándalo
en la Cámara Alta, no había nada místico en el recinto, fueron los gases escapados del culo abierto de este Senador, que salió de mi departamento con
paz interior, por el humo de sahumerios que oportunamente le entrara.