Por Tomás Duarte | La primera vez que toque una pija, sin siquiera saber que me iba a gustar tanto y que iba a ser la primera de muchas ...
Por Tomás Duarte | La primera
vez que toque una pija, sin siquiera saber que me iba a gustar tanto y que
iba a ser la primera de muchas que pasen
por mi vida y por mi boca. Hoy tengo 25 años, mido 183, flaco, no marcado pero en
forma, pelo corto castaño oscuro y barbita. De pija vengo bien, gorda dicen, y
muchos me halagan las gambas y la cola que logré con bastante ejercicio.
Lo que sigue, sucedió hace ya bastante tiempo. Para mi marcó un antes y un después...
TenÃa solo 12 años y todavÃa no me habÃa hecho mi primera paja. Estaba todo el dÃa con el pito duro y el bulto mañanero en el colegio adentro de ese pantalón gris que tanto odiaba, pero nunca me habÃa tocado, más que una frotada, mucho menos acabar.
Lo que sigue, sucedió hace ya bastante tiempo. Para mi marcó un antes y un después...
TenÃa solo 12 años y todavÃa no me habÃa hecho mi primera paja. Estaba todo el dÃa con el pito duro y el bulto mañanero en el colegio adentro de ese pantalón gris que tanto odiaba, pero nunca me habÃa tocado, más que una frotada, mucho menos acabar.
Una noche de invierno, mi mejor amigo organiza una pijamada
en el quincho de su casa. Marcelo era parecido a mà en cuanto a fÃsico aunque
nunca lo habÃa observado de más hasta esa noche. La pijamada estaba planeada
para 5 amigos, pero 2 a último momento cancelaron por otros planes y otro vino
solo a cenar y después se fue porque tenÃa que madrugar al otro dÃa. Eramos
solo Marcelo y yo.
‘Fuee, me quedo igual’ – le dije
‘SÃ, ya está, vamos a ver una peli’
TÃpico de pijamada de adolescentes, pelÃcula de terror.
MalÃsima. Nos cagamos de risa.
‘Lo mejor de la peli fueron las tetas de la rubia’ – dijo
Marcelo, algo que yo no le habÃa prestado atención porque los pectorales del
novio de la rubia me habÃan excitado mucho más que esas tetas.
‘Me dejó re caliente la rubia’ – insistÃa Marcelo.
‘Bueno pongamos una porno’ – me animé a decir. En mi casa
eran pocas las horas que estaba completamente solo como para ver porno en la
pc, siempre lo hacÃa a las apuradas y con miedo de que alguien me descubra.
Pero ahora tenÃamos toda una noche por delante en su quincho, los dos, solos y
caliente.
Empezó a buscar y eran miles de vÃdeos. Ya estaba caliente
sin siquiera tocarme. Era la primera vez que iba a ver un vÃdeo porno con
Marcelo.
Eligió uno que era dos minas con un chabón bastante pijudo.
Una rubia tetona, y otra morochita. Puso play, el vÃdeo cargó y empezó. Sin
preámbulos las chicas empiezan a manosear al pibe y descubren la pija enorme
que tenÃa guardada, se vuelven locas, bajan a chupársela, el tipo gime, tiene
dos bocas chupándole la pija, lamiéndole los huevos. Dominante agarra a la
rubia y sin siquiera sacarle la tanga rosa se la empieza a coger, mientras la
otra se tocaba la concha esperando su turno de recibir pija.
Del otro lado de la pantalla Marcelo y yo, mirando la
pelÃcula un poco tÃmidos, colorados. Cada uno con su mano derecha adentro del
pantalón. Marcelo toma la iniciativa y la saca y se empieza a pajear cada vez
más fuerte. Yo lo miro. Nunca habÃa visto una verga en vivo, tan cerca mÃo.
Unos pelitos rubios se le asoman, con un tronco rosado y unos huevos que le
siguen pegados a él. Me da vergüenza que piense que se la estoy mirando,
¿pensará que soy puto? ¿soy puto? ¿me calientan las tetas de esta nueva rubia,
de la anterior o el hecho de tener la pija de Marcelo bien dura a centÃmetros
mÃos?
Mi cabeza estallaba, de calentura, de preguntas, de nervios.
Mi cabeza estallaba, de calentura, de preguntas, de nervios.
‘Dale gil, pelala’ –me dice.
La pelo.
Me la mira.
El tipo ahora se estaba cogiendo a la morocha.
Cruzamos miradas.
Seguimos pajeándonos.
Miramos la pantalla nuevamente y siento un gemido que no me
voy a olvidar más. Observé ese momento para guardarlo para siempre. Se le
hinchó la verga, se le marcaron sus venas y parecÃa que le iba a explotar la
cabeza de la pija. Y explotó. LÃquido blanco salÃa del glande. Uno. Dos. Tres
chorros llegaron a su abdomen mientras de fondo sonaban los gritos de la
morocha con toda la pija adentro. Marcelo habÃa acabado y tenÃa que seguir yo,
pero ¿cómo? Si nunca lo habÃa hecho.
Seguir sus mismos pasos. Fue imposible.
Seguir sus mismos pasos. Fue imposible.
El tipo ya estaba por acabar y puso a la rubia y a la
morocha arrodilladas para darle la leche a las dos.
‘Boludo agarrala bien’ – me decÃa
‘Si la estoy agarrando bien pelotudo’
Y antes de pronunciar esa à con acento, me habÃa manoteado
la pija. Sentà la diferencia de temperatura entre su mano ya frÃa y mi pija
hirviendo. Me dio 5 sacudidas como mucho, con su brazo fuerte, de la misma
manera que él se habÃa pajeado. Sentà cosquillas, no sabÃa lo que me estaba
pasando, si me iba a mear encima o si eso era lo que llamaban orgasmo, si a mÃ
también me iba a saltar leche como a Marcelo.
GemÃ. Uno, dos, tres, cuatro chorros de leche. El segundo me
dio en el cuello, como a la rubia, en cambio la morocha habÃa preferido sacar
la lengua. Marcelo se sorprendió y me soltó rápido la pija, con vergüenza. Yo
tenÃa mi pecho y me abdomen lleno de leche, habÃa acabado por primera vez.
Marcelo me habÃa hecho acabar.
Silencio. La pantalla en negro, todo habÃa ‘acabado’.
Nos limpiamos, riéndonos un poco y nos fuimos rápido a
dormir. No más pelÃculas. Al otro dÃa nos levantamos con las pijas duras como
buenos adolescentes. No dijimos nada, desayunamos y me fui.
‘Ey, que esto quede acá’ – me dijo