Pedro | Comparto una experiencia de cuando pase unas vacaciones en Miami y me encontré con alguien en la playa con el que conecté a pesar...
Pedro | Comparto una experiencia de cuando pase unas vacaciones en Miami y me encontré con alguien en la playa con el que conecté a pesar de las diferencias con el idioma.
Una mañana, y casi luego de 40 minutos de trote lento, ya alejado de mi hotel, decidí entrar al mar para refrescarme. Al salir, pude observar un muchacho, obviamente con todo el aspecto yanqui, que se encontraba con el torso descubierto sentado en la arena, en jeans, y con una mochila lo que le daba aspecto de mochilero.
Salí del mar, y haciéndome como que ni lo había registrado, me senté a unos pocos metros. Ya más cerca pude observar que se trataba de un hermoso joven de cabello castaño claro y ojos turquesas, con la piel dorada por el sol. Aprovechando la impunidad que confiere estar en el extranjero, sin ningún tipo de inhibición me levanté y me senté a su lado.
El principal problema era el idioma, puesto que mis conocimientos de inglés son muy elementales, y si bien puedo llegar a entenderlo, no me alcanza como para hablarlo, por lo que sólo quedaba la posibilidad que el exponente norteamericano supiera algo de español...
-“you speak spanish?”
le largé anhelando que me respondiera afirmativamente, pero con la mejor de las ondas, y una esplendorosa y seductora sonrisa que dejaba ver unos dientes inmaculadamente blancos, me respondió:
-“No, I do not speak spanish”.
Pero en su tono de voz, y en particular en esa diáfana mirada, pude leer subliminarmente un “igual tratemos de solucionarlo!”. Inmediatamente mis ojos se posaron ahora en sus espectaculares pies, largos y arqueados, con las plantas enarenadas, y un hermoso y marcado empeine también bronceado por el sol, junto a unas espectaculares zapas abotinadas marca Nike, de un color rojo furioso.
Como sea íbamos a sortear la dificultad idiomática, puesto que existía una mutua voluntad para ello. En este caso, era evidente que se trataba de un mochilero hetero que había ido a pasar sus “gasoleras vacaciones” nada menos que en Miami, y ergo seguro no contaría con muchos recursos económicos, lo cual sumado además que la diferencia de idiomas no daba para plantear una previa “seudo amistad veraniega”, decidí acortar caminos y directamente proponerle que me hiciera trample, a cambio de una remuneración económica…El tema era cómo se lo explicaba!!
Si bien, en los celulares existe una aplicación que traduce de manera verbal, las palabras del inglés al castellano y viceversa, pero lamentablemente yo no llevaba el mío en ese momento. Entonces comencé a tratar de explicárselo, largando palabras sueltas y alusivas a lo que buscaba, como “feet , trample, shoes!!!”. El modelo masculino, me miraba ansioso, pero no entendía. Para peor no recordaba como se decía “doscientos” en inglés, que era la cantidad dólares que quería ofrecerle para disfrutar de esos apetecibles pies, y entonces en un menjunje de ambos idiomas le dije:
-“cien dollars!!!!"...
Pero se notaba que cada vez entendía menos.... qué tenían que ver los pies, las zapas, el pisoteo, y además los dólares!.
Sin claudicar a mí propósito, me dispuse a buscar alguien en la playa que supiera hablar ambas lenguas (lo que sí se encuentra fácil en Miami). A pocos metros había dos jóvenes con mucho aspecto latino, por lo que me levanté y me acerqué largándoles mi SOS. Eran puertorriqueños, que obviamente hablaban inglés a la perfección. Los tres nos dirigimos hacia donde estaba mi futuro pisador, y uno de ellos me dijo:
-“ bueno, que quieres que le preguntemos al gringo?”.
Ese momento, obviamente me sentía muy incómodo, por lo que tenía que transmitirles a mis traductores, pero el requirente amigo que tengo entre las piernas, no me iba a perdonar que la vergüenza abortara la posibilidad de sentir esos pies…
-“ decile por favor que le pago doscientos dólares para que se pare encima mío, y me pise con sus zapas en todo el cuerpo…ehhh incluido pene y testículos” ( le largué abochornado al puertorriqueño, bajando la voz y la mirada)…
-"Ahhh fetichista!!! jajaja"
me respondió en una actitud entre cómplice y comprensiva el centro americano, mientras se miraban y reía con su compañero. Inmediatamente se lo dijo al destinatario de mi mensaje, el que ni lerdo ni perezoso respondió:
-“Of course, no problem!..."
Creo que en el acto se me puso "al palo", no sólo por imaginar lo que iba a disfrutar, sino además por la buena onda al dar su respuesta.
Cumplida su misión se despide mi traductor y su amigo, sin antes decirme simpáticamente:
-“oye, si el gringo no te daba con el gusto, estaba yo en primera fila sabes!! jajaja..."
John, como me había dicho que se llamaba, se sacudió la arena de los pies, se colocó sus zapas, se levantó, y me hizo señas que lo siguiera. En silencio, pero sin dejar de proferirme de vez en cuando una candorosa sonrisa, caminamos por lo menos durante veinte minutos, hasta que finalmente llegamos a una zona con la presencia de muy poca gente, donde se podía ver mucha vegetación, colindante a la playa. Nos adentramos en medio de unos tupidos arbustos y árboles, hasta que llegamos a un lugar cómodo y con absoluta privacidad. En inglés me dijo si me parecía bien ahí, a lo que asentí. Cuando estaba a punto de tirarme sobre la mezcla de arena y pastizales, me hizo señas que esperara, sacando amablemente de su mochila una manta, y colocándola en el escarpado suelo, a los fines que yo estuviera más cómodo. En ese momento mi termostato interno, estaba al máximo de temperatura, y mi pene ya se podía percibir exaltado dentro de mi short de baño.
Me acosté, y totalmente entregado observaba como me miraban amigablemente esos hermosos ojos azules. Le indiqué que se subiera con sus dos pies, y una vez parado encima, desde arriba me regalaba esa dulce sonrisa, que no se le quitaba, y me estaba volviendo loco!. Se bajó, y entonces comenzó a realizar lo suyo, como si fuera todo un profesional del footjob.
Me sentía como extasiado de placer, y comencé a retorcerme mientras sus zapas acariciaban con cierta ternura mi pene y testículos.
En un momento tomó mis pies, y levantando y abriendo mis piernas, comenzó a recorrer y presionar delicadamente con la punta de su zapa, el sector ubicado entre el final de los testículos y el inicio del ano, provocándome una nueva sensación placentera, aun no vivida. Luego me puso boca abajo, y suavemente con sus pies abrió mis piernas procediendo a pisarme desde mi popa los testículos. Sentía que estaba por estallar, que me saldría semen hasta por los ojos.
Después me dio vuelta nuevamente, se sentó, y abarcado con su Nike 45 todo mi miembro, comenzó a masturbarme con ambos pies, sin dejar de mirarme de manera especialmente cándida.
Finalmente detonó la bomba líquida, regando mi cuerpo y también sus zapas. Me limpie y luego hice lo propio con su calzado. Muy amablemente me preguntó si todo había estado bien, y le respondí de manera afirmativa. Creo que fue el momento que más lamenté no hablar de manera fluida el inglés, ya que me hubiese gustado poder explayarme con palabras, el goce que me había otorgado.
Acto seguido saqué el dinero, y se lo quise entregar, pero para mi sorpresa, me miró con esos translúcidos ojos, y con su embriagante sonrisa me dijo:
-“no, it is not necessary”…
y simplemente estrechando mi mano se despidió, cargó su mochila, y se alejó.
Estupefacto por la actitud de aquel muchacho, me quedé pensando cuál sería el motivo por el cual no habría aceptado el dinero pactado. Una sola respuesta se me vino a la cabeza: tal vez se trataba de un “pisador activo” (que como ya expliqué en publicaciones anteriores, dentro de la esta temática son aquellos hombres que gozan y disfrutan pisando a otros hombres) pero como fuera, hubiera podido aprovechar las circunstancias, haciéndose de doscientos dólares, que dicho sea de paso, no es poco dinero en EEUU.
Como corolario de esta experiencia, puedo aseverar sin temor a equivocarme, que aquella cristalina mirada que John me confirió en todo instante, sin dudas era un claro espejo de su alma…