Por Ariel | Amigos, les cuento que a mi me rompió el culo (literalmente) a los 12 añitos, mi tío, quien por entonces tenía 29 y una verga en...
Por Ariel | Amigos, les cuento que a mi me rompió el culo (literalmente) a los 12 añitos, mi tío, quien por entonces tenía 29 y una verga enorme de 20 por casi 6 cm, muy cabezona, por cierto.
Yo era un niño despertando a la adolescencia con un hermoso culo blanco y cachetón. A demás era de lindos rasgos, rubio y de ojos verdes muy claros. A decir verdad era un hermoso pendejo con una fuerte tendencia gay y mi tío me calentaba terriblemente.
Él era soltero y tenía su depto en los fondos de nuestra casa.
En verano, yo tenía por costumbre ir a dormir la siesta con él. En realidad el que dormía era él. Yo esperaba ansiosamente a que se durmiera para hacer mi ritual de olerle la verga a través de la bragueta entreabierta de su calzoncillo esperando que se abriera más y me permitiera vérsela y hasta llegar a rozarla con los labios cuando, dormido, tenía una erección y entonces, la fiesta era completa ya que la podía ver en toda su plenitud, o lo que a mi me parecía toda su plenitud (cómo me equivocaba ja ja ja!!!!).
Una tarde, estaba yo oliéndosela cuando él se despertó y me sorprendió. Yo me puse colorado como un tomate y no sabía que decir, pero él, sin sorprenderse demasiado me preguntó directamente si me gustaba. Yo le respondí que no estaba seguro (mentía), a lo que él me respondió con una sonrisa y me invitó a que se la tocara garantizándome que todo aquello sería un secreto entre los dos. Yo se la empecé a acariciar suavemente y en unos segundos se le puso enorme. Jamás se la había visto tan grande. Me tomó suavemente la cabeza y me llevó la boca hacia su enorme cabezona. Se la empecé a chupar, primero tímidamente y al rato ya me la tragaba toda hasta hacerme dar arcadas de lo grande que la tenía. Luego de un buen rato, mi tío me propuso hacer un 69, yo chupándole la verga y él chupándome el orto. No les puedo explicar con palabras lo que me hizo sentir.
El corazón me explotaba en el pecho y lo único que quería era tener su pija en el culo. Por fin no aguanté más y le pedí que me cogiera. Él me preguntó si estaba seguro y yo se lo volví a pedir por favor. Así que me hizo poner boca abajo y me cruzó una almohada debajo de la cadera para que mi cola quedara bien parada y abierta. En esa pose me siguió chupando el orto hasta que le rogué que me la metiera. Él se echó una escupida en la mano para lubricarse la cabezona y por primera vez me la apoyó en la puerta de mi colita todavía virgen. Yo empecé a proyectar el culo hacia él desesperado por sentirla adentro, pero él me frenaba diciéndome que no me apurara ya que la tenía muy grande y no me quería lastimar. Empezó a moverse suavemente jugándomela en redondo para que mi culo se dilatara y de tanto en tanto empujaba un poquito.
Aquello me gustaba enormemente pero con cada empujoncito me dolía cada vez más. No obstante, gemía un poquito o daba un gritito y él se detenía y empezaba otra vez de a poquito. Así fueron varios intentos, pero como mi ojete no se abría lo suficiente ni para que entrara el aro o corona de su cabeza, me hizo poner en 4 patas y me dijo que empezara a moverme yo solo, que él se quedaría quieto. A todo esto, pasó su mano hacia adelante, me agarró la pija y empezó a pajearme suavemente, y me pidió que ni bien sintiera que iba yo a acabar, se lo dijera. Mientras él me pajeaba yo me calentaba más y más y proyectaba mi culo tratando de que su verga entrara en mi ojete. De hecho, aunque me dolía ya no me importaba, la calentura era demasiado grande y solo quería tenerla toda adentro. En una de mis embestidas sentí un ardor intenso que me hizo pegar un grito. El gran aro de su cabezona había atravesado por fin el estrecho anillo de mi ojete.
El dolor me paralizó un momento y hasta estuve tentado de pedirle que la sacara, pero él me dijo que no tuviera miedo, que aquello era normal, que me relajara y continuara moviéndome suavemente. Mientras me decía todo esto me acariciaba con suavidad y solo con la yema de sus dedos las nalgas y el arco de mi espalda y se inclinaba sobre mí para darme dulces lamidas en el cuello y las orejas que me hacían erizar de placer y me animaban a seguir a delante. Seguí moviéndome ya con la cabeza de su verga dentro de mi culo hasta que en un momento dado comencé a sentir que iba a acabar. En ese mismo momento y mientras yo le gritaba: "Ay, tío! Acabo, acabo, acabo!!!!!", aprovechando mi orgasmo inminente, me tomó fuertemente de los hombros y pegando un gran empujón, me la mandó toda adentro hasta los huevos!!! Lancé un grito, mezcla de placer y gran dolor, todo junto, al tiempo que empezaba a eyacular leche a chorros sobre la cama.
Él me tapó la boca con su mano para sofocar mi grito y ya con toda su enorme verga dentro mío siguió bombeando a full haciendo caso omiso de mis gemidos que, ya una vez pasado el orgasmo, se transformaron en llanto de dolor y súplica para que me la sacara que podía emitir apenas ya que él me mantenía con la boca tapada con su fuerte mano mientras trataba de consolarme diciéndome que no me asustara, que ya estaba toda adentro, que ya me había desvirgado y que ahora ya era su hembrita para siempre. Por fin, con un grito entrecortado de placer infinito y clavándomela hasta el fondo, empezó a acabar llenándome el culo de leche, la cual, con cada bombeada, rebalsaba de mi orto y goteaba sobre la cama. Cuando terminó de bombear, exhausto, cayó con todo su peso sobre mí que quedé obviamente debajo, con su poronga todavía latiendo dentro mío.
Yo seguía llorisqueando y pidiéndole que me la sacara rápido porque sentía que me cagaba. Me la sacó del culo y corrí al baño. Todavía no se cómo llegué al inodoro. Era como si me hubiesen hecho un enema. Como se imaginarán, yo no estaba preparado como para ser penetrado así que salió de todo y, obviamente, bastante sangre que me asustó muchísimo al igual que la enorme dilatación con la que había quedado mi ojete, por lo que, aterrado lo llamé a mi tío para que viniera al baño. Él vino enseguida, me hizo mostrarle el culo roto y me tranquilizó diciéndome que todo era normal y que a partir de ahora cada encuentro iba a ser distinto y totalmente placentero para los dos. Me hizo lavar en el bidé un buen rato y después me puso un pañuelo como si fuera un apósito femenino y me dijo que no tuviera miedo, que él había desvirgado varios culos y que después todo volvía a la normalidad. Que no le dijera nada a nadie y que cualquier duda que tuviera la hablara solo con él. De modo que yo sí puedo decir que me rompieron bien el culo. De hecho, durante varios días me siguió doliendo y me sangraba cuando hacía caca. Pero, de a poco, el dolor fue desapareciendo, el culo dejó de sangrar y lo que volvió a full fue la calentura de todo lo vivido aquella tarde de mi debut.
Durante más de una semana, ni me aparecí por el depto. de mi tío, pero él sí venía a mi casa con cualquier excusa para verme y cuando no había nadie merodeando me preguntaba en voz baja cómo estaba o cómo me sentía.
Por fin, a las dos semanas más o menos la calentura se hizo incontrolable y volví junto a mi macho para "dormir" la siesta.
Desde ya, sus promesas no fueron tan como él me lo había contado. Su verga era demasiado grande y las primeras relaciones fueron casi todas con final de "bandera roja", pero ya no me importaba. Era tanto lo que me hacía gozar que no me importaba tener que pagarlo con un poco de dolor y sangre. Obviamente, como ya después no solo cogíamos a la hora de la siesta sino cada vez que teníamos la oportunidad, lo cual era bastante seguido por el hecho de vivir tan cerca el uno del otro, mi culo se hizo a su medida y ya me lo bancaba sin problemas en todas las poses habidas y por haber.
Con él aprendí y viví todo lo que se puede vivir en pareja con otro hombre (siempre en mi rol de pasivo, claro está). Fui su hembra hasta mis 18 años. Luego, él se casó, ya grande y no muy enamorado según creo yo y se fue a vivir al interior del país.
Nuestra relación, hasta el día de la fecha, sigue existiendo ya sea que yo viaje a donde él vive con su flia. o que él venga de visita a Buenos Aires. Por lo menos cada dos o tres meses me sigue cogiendo, aún con 17 años de diferencia, el macho que me desvirgó.