¿A quién no le pasó? Venir acumulando esos momentos de tensión sexual durante toda la semana, quizás un mes, por diferentes razones: l...
¿A quién no le pasó? Venir acumulando esos momentos de tensión sexual durante toda la semana, quizás un mes, por diferentes razones: la facultad, el trabajo, la falta de tiempo, el postergar ese momento para cuando estemos solos, porque al fin y al cabo una paja a las apuradas, esas que duran 5 minutos, nos saca la calentura, pero la verdad solamente fueron unos minutos vacíos.
Y entonces por fin llega ese día, esa
tarde, o esa noche que luego de toda una jornada ocupada, volvés a casa y un
hecho dispara todo lo que vendrá después. Entonces recordás el chico que viste
caminando a la salida del súper, con un pantalón deportivo que dejaba apreciar
todo su bendito culo, que bueno que estaba el chabón; o el pibe al que
descaradamente le fichaste el bulto cuando compartían el bondi, venia bastante
bien por lo visto, y disfrutaste que se ponga incómodo; o ese chico en la moto
que iba con musculosa grande, bronceadito, con barbita y los pectorales bien
marcados y unos cuantos pelos subiendo por el pecho.
En fin, son muchos los instantes que
recordás a flor de piel cuando por fin estás tranquilo, y solo con la ayuda de
la mano comenzás: primero acariciando por arriba del pantalón, después metiendo
la mano, apresurado desprendés el jean y lo bajás hasta el piso, en eso te
sacás la remera y te quedás frente al espejo completamente desnudo. De a poco
te vas masturbando lentamente, pero disfrutando, porque tenés bastante tiempo y
porque te encanta hacerte la paja. Está bueno ir cambiando de ritmo, más
rápido, volver a hacerlo más suave y hasta abajo, bien abajo, dejando que el
preseminal vaya lubricando toda la pija.
Sentados, en la cama, o de pie, hay tantas
formas de probar, con saliva, con lubricante, al natural. Intentar, ya que
estás frente al espejo, dimensionar el volumen del pene, mirarlo bien, con
atención, agarrándote los huevos con una mano y pajeando con la otra, el placer
va aumentando. ¿Intentaste mirarte la cara y empezar a disfrutar las caras que
ponés? Es algo divertido y nos ayuda a darnos cuenta como nos mira la otra
persona cuando teneos esa posibilidad, está bueno “practicar”, apretarse los
labios, levantar la frente, cerrar los ojos y suspirar.
Y después de una media hora, en la que
cambiaste la mano, te despeinaste por ir cambiando de posición, y hasta
transpiráste, va llegando el momento de acabar. Sentís que los testículos
empiezan a bombear, el impulso viene desde bien adentro, y logra hacerte gritar
de placer.