El deseo, la erección, el tamaño del pene, la edad... Muchas son las falsas creencias que, motivadas por actitudes machistas o simpl...
Hay una idea muy difundida en la población masculina: los varones no tienen por qué instruirse sobre sexo pues ya lo saben todo. Sin embargo, saber, conocer y conocerse, lejos de ser una señal de debilidad, puede ser la llave para mejorar su vida íntima y la de sus parejas.
Mito 1: El tamaño del pene influye en el placer
Este asunto da origen a un frondoso fabulario. Primero, algunas aclaraciones: el tamaño del pene oscila muchísimo entre hombre y hombre y, a su vez, no existe relación entre el tamaño corporal y el tamaño peneano.
Desde tiempo inmemorial, se ha asociado un pene grande a la fuerza y al poder. Por eso, no es extraño que absolutamente todo lo supuesto como fortaleza, potencia sexual o virilidad esté colocado sólo en sus proporciones.
Es preciso decir que el placer de un hombre y una mujer no tienen absolutamente nada que ver con el tamaño del pene. Y por una sencilla razón: sabemos -con seguridad- que el área de mayor sensibilidad femenina es el clítoris y la entrada del conducto vaginal. Entonces, todo órgano masculino capaz de rozar firmemente la zona inicial de la vagina estará tocando directa o indirectamente el clítoris y la parte anterior vaginal. Con eso es suficiente.
Lo importante es que en el momento del coito la pareja en conjunto busque la zona de mayor sensibilidad. Ser un buen amante no reside en la anatomía y sí en el aprendizaje, la sutileza, el buen gusto y el interés por el otro.
Mito 2: Cuanto mayor la frecuencia, mayor el desgaste (sexual, físico, etc.)
Esta creencia, tan difundida como falsa, supone que el hombre tiene un “stock” de orgasmos ya determinado congénitamente. Y una vez superado ese límite, la vioda sexual está terminada.
La verdad es exactamente lo opuesto. La sexualidad es como un acumulador, una batería de automóvil: cuanto más se la use, más y mejor andará. “La función hace al órgano”, y un buen funcionamiento provoca una mayor recarga de energía, con todos los beneficios que conlleva.
Mito 3: El hombre nunca falla
Este mito ha provocado más “fallos” que ninguna otra causa conocida. El hombre adulto normal suele tener una insuficiencia eréctil cada 5 ó 6 intentos de coito. Quien dice que nunca ha fallado, miente. Una simple preocupación o una distracción en el momento de máxima tensión son suficientes para provocar la pérdida del mecanismo productor de la erección.
Mito 4: El deseo y la potencia sexual disminuyen notoriamente después de los 40-45 años
Esta creencia no tiene el más mínimo fundamento científico. La capacidad de tener erecciones, mientras el sistema nervioso central y el resto del organismo estén sanos, se mantiene (con ligeras variaciones lógicas) toda la vida.
Lo que sí es evidente, es que los estímulos necesarios para producir una erección a los 20 años, no serán los mismos -ni en cantidad ni en calidad- que a los 50. Pero los hombres de esta edad desean tener una sexualidad (y los nervios, la piel y las arterias)de un muchacho treinta años menor y, como esto es imposible, creen que están acabados y que han llegado a la edad senil. Para muchos, será sorprendente saber que una gran cantidad de ancianos, adecuando su desempeño a su edad, tienen una vida sexual saludable y feliz.
Mito 5: El alcohol es un estimulante sexual
Primero, debemos recordar la notable acción depresora y fuertemente inhibitoria que ejerce el alcohol sobre el sistema nervioso. Además, retarda todos los reflejos y dilata los vasos sanguíneos. La inhibición de los reflejos dificulta la erección, de ninguna manera la facilita. A largo plazo, la inhibición de la erección tiende a instalarse, porque el alcohol lesiona el hígado, donde se metaboliza la testosterona. En los alcohólicos crónicos, hay una evidente disminución de esta hormona, esencial para el mecanismo de la erección.
Sin embargo, para algunas personas tímidas o que padecen sentimientos de culpa, el alcohol funciona –en los primeros momentos- como un tranquilizante, algo que desinhibe y que permite un mayor acercamiento relajado de las personas. De allí la fama de afrodisíaco que ha ganado. Lo que desconocen (o no desean saber) quienes lo consumen es la acción depresora posterior y (a largo plazo y por el uso continuado), el efecto nocivo sobre la salud en general y la sexualidad en particular.