Hacía mucho que no visitaba una tetera o un cine porno, estimo que es algo así como más de dos años. La semana pasada, estuve en Buenos...
Hacía mucho que no visitaba una tetera o un cine porno, estimo que es algo así como más de dos años.
La semana pasada, estuve en Buenos Aires y al terminar mi conferencia, me di cuenta que me quedaban casi tres horas para mi próximo compromiso. Por eso decidí dar un paseo tranquilo por Lavalle y continuar por Florida en camino a mi hotel. Me desplazaba tranquilo y despreocupado cuando me di cuenta que estaba frente a la galería que ingresa al Multicine, que casualmente fue el primer lugar de esas característica que visite en vida.
Me corrió un cosquilleo en la espalda cuando me vinieron algunos recuerdos de esas salas subterráneas. Volví a mirar el reloj y el tiempo libre que me quedaba me puso en duda de continuar hacia el hotel. Ya trastocado en mi pensamiento y con tiempo de sobra, estuve a punto de entrar nuevamente, pero la cantidad de gente que se desplazaba a esa hora de la tarde y el recuerdo de algunas experiencias que leí en este blog, me resolvieron concurrir al Ideal.
Comencé a sentir esa rara y única sensación que uno tiene cuando toma la decisión de intentar una aventura rápida, sobre todo después de tanto tiempo.
Nervioso por la resolución, me costó unos instantes ubicarme donde estaba parado y hacia donde tenía que dirigirme. Camine por Corrientes y caí en la cuenta que calle Suipacha a esa altura era peatonal, pero ya estaba decidido.
Ingenuamente ingrese velozmente convencido que nadie miraba. Pague la entrada y con el vuelto recibí un forro. Todo estaba igual en que entonces. Entregue la entrada y me encamine a la sala mayor de la planta baja. Como siempre, en los primeros instantes, la oscuridad resulta aterradora.
Ni bien ingrese, como un ciego, al tanteo logre sentarme en las primeras filas de atrás y solo unos segundo después pude ver que no había nadie en las proximidades del asiento.
Lo único que podía ver era la pantalla, que por cierto no era poco ya que dos lindos pendejos eran los actores principales del film. Con solo ver como el actor más pequeño que estaba acostado de costado, levantaba su pierna para dejar paso a la cámara y a lo que esta estaba filmando, entre en erección. Su compañero, desde atrás le abría impresionantemente el orificio con un pedazo que era más largo e igual de ancho que una botellita de coca cola. Yo sentía como el líquido pre seminal se desbordaba desde el interior de mi verga y se pegoteaba en mi slip. Contemple unos segundos la escena de ese bareback y me fui para el baño. Apenas entre, desde el recinto del inodoro, se me ofrecía desnudo y erecto un muchacho algo musculoso. Me fui hacia él e inmediatamente me comenzó a manosear, pero cuando yo le tome su respetable verga se apresuró a aclararme que estaba trabajando. Todo finalizó allí y yo volví a la sala más caliente y más pegoteado que cuando había dejado la butaca.
Ya con la vista más adecuada a la oscuridad me desplace hacia la mitad de las filas derecha que están adelante. Había poca gente, pero en los primeros instantes rechacé los embates de un par de adultos mayores. Observe que pasaba a mi costado una figura interesante y a simple vista parecía tener la edad y la contextura esbelta que son de mi preferencias no exclusivas.
Pego la vuelta y me gesticuló para que lo siguiera. A los segundo estábamos contra la pared de la sala pequeña reconociéndonos con las manos entre nuestros bultos y las nalgas.
Nos fuimos a sentar en las primeras filas y la poca gente que estaba se fue retirando para dejarnos hacer. No sin antes observar nuestro franeleo.
El chico era lindo, de ojos claros y rostro muy agradable, delgado, con una vos muy dulce y lenguaje culto. Por su actitud y modales permití que hiciera algo que yo generalmente evito. Comenzó a besarme la boca después de haberme pasado la lengua por el cuello y la oreja.
Se desabrocho camisa y pantalón y antes que yo intentara alguna expedición bucal, se agacho hacia mi entrepierna y desesperadamente logro que mi pija salga del eslip y del pantalón.
Me empezó a chupar la verga con una suavidad y agilidad de expertos. Me llevo muy cerca del éxtasis cuando con mucho esfuerzo intentaba tragársela toda, impedido tal vez por la poca profundidad de su garganta. Yo ya tenía la mano debajo de su cola y un dedo había hecho el trabajo de dilatación y humedad, en un orificio que al tacto dejaba sentir su estrechez.
Me reitero varias veces que solo la chupaba, pero yo no me di por vencido. Entre mi delicada insistencia y el trabajo exitoso de mis dedos sobre su ano, logre convencerlo que dejara su butaca e intentara sentarse sobre mi exagerada erección. Me recosté al máximo sobre mi butaca, mis pantalones estaban en el suelo y él se fue acomodando la cabeza de mi pedazo de carne duro y latente, recubierto por el forro que me entregaron a la entrada, en la puerta de su agujerito jugoso con mi saliva. Condición imprescindible para convencer al chico.
Sentí el ruido y la presión cuando logre vencer su esfínter para que mi verga lo penetrara. El pibe se quedó unos segundos quieto con casi tres cuartas partes de mi pedazo en su interior. Después empezó a moverse con un ritmo lento que no acompañaba mi excitación. Entre en un estado de desesperación que me perturbo demasiado, me puse de pie con el chico ensartado, lo agache para que se apoye en las butacas de adelante y empecé a bombear rápido y con fuerza. Sus gemidos eran casi gritos de placer y dolor, pero demasiados exagerados, superando ampliamente el volumen de la película. Yo estaba en la antesala del hormigueo, cuando de una manera intempestiva logro sepárame y se desplomo sobre su butaca. Quedo tendido boca arriba, con una respiración acelerada y profunda, jadeante y exhibiendo como un mástil su tentadora erección.
Me tomo de la nuca con su mano y me llevo a su cara para besarme. Inmediatamente comenzó a bajarme la cabeza para su entre pierna y me fue aproximando a su verga, que tenía un tamaño no superior a lo normal, supongo que como de 19 centímetros pero no muy gruesa. Cuando mis labios tomaron contacto con herramienta, disfrute de una cantidad placentera de ese líquido transparente y viscoso que lubricaba con exceso esa carne dura y venosa. Me la estaba comiendo lentamente con mi boca, mientras me deslizaba hacia arriba de su tronco para luego volver a tragarla, me sorprendieron los latigazos de esperma. Parecía que no iba a dejar de eyacular. Le salto tanta leche que no la pude contener y empezó a rebalsar de mi boca y a escurrirse por la base de su tronco, sus huevos y caía al piso después de recorrer el asiento de cuero.
Excitado por el gusto de esa crema tibia, saladita y algo acida, me acerqué a su boca para besarlo y retiro la cara con algo de asco. Igualmente alcance a machar sus labios con su propio jugo.
No podía terminar así, casi lo forcé a que me chupara la verga. Cuando aflojo su resistencia le tome la cabeza y lo hundí en mi entre piernas atravesándole la garganta con mi verga. Cuando intentaba zafarse interrumpí su arcada con la explosión de mi leche. Aunque parecía un momento de éxtasis con tensión, después de toser y escupir mi esperma el chico me devolvió una sonrisa chorreando leche por la comisura de sus labios. Se acomodó su ropa para salir del cine presentablemente, me dio un beso y me acaricio el rostro y me dijo que volvía muy feliz a su trabajo.
Salí del cine Ideal pensando que había tenido un justo retorno a este tipo de encuentros y que quedara, junto con otros calientes pasatiempos, en mi memoria sexual.
Pablo del Interior.
La semana pasada, estuve en Buenos Aires y al terminar mi conferencia, me di cuenta que me quedaban casi tres horas para mi próximo compromiso. Por eso decidí dar un paseo tranquilo por Lavalle y continuar por Florida en camino a mi hotel. Me desplazaba tranquilo y despreocupado cuando me di cuenta que estaba frente a la galería que ingresa al Multicine, que casualmente fue el primer lugar de esas característica que visite en vida.
Me corrió un cosquilleo en la espalda cuando me vinieron algunos recuerdos de esas salas subterráneas. Volví a mirar el reloj y el tiempo libre que me quedaba me puso en duda de continuar hacia el hotel. Ya trastocado en mi pensamiento y con tiempo de sobra, estuve a punto de entrar nuevamente, pero la cantidad de gente que se desplazaba a esa hora de la tarde y el recuerdo de algunas experiencias que leí en este blog, me resolvieron concurrir al Ideal.
Comencé a sentir esa rara y única sensación que uno tiene cuando toma la decisión de intentar una aventura rápida, sobre todo después de tanto tiempo.
Nervioso por la resolución, me costó unos instantes ubicarme donde estaba parado y hacia donde tenía que dirigirme. Camine por Corrientes y caí en la cuenta que calle Suipacha a esa altura era peatonal, pero ya estaba decidido.
Ingenuamente ingrese velozmente convencido que nadie miraba. Pague la entrada y con el vuelto recibí un forro. Todo estaba igual en que entonces. Entregue la entrada y me encamine a la sala mayor de la planta baja. Como siempre, en los primeros instantes, la oscuridad resulta aterradora.
Ni bien ingrese, como un ciego, al tanteo logre sentarme en las primeras filas de atrás y solo unos segundo después pude ver que no había nadie en las proximidades del asiento.
Lo único que podía ver era la pantalla, que por cierto no era poco ya que dos lindos pendejos eran los actores principales del film. Con solo ver como el actor más pequeño que estaba acostado de costado, levantaba su pierna para dejar paso a la cámara y a lo que esta estaba filmando, entre en erección. Su compañero, desde atrás le abría impresionantemente el orificio con un pedazo que era más largo e igual de ancho que una botellita de coca cola. Yo sentía como el líquido pre seminal se desbordaba desde el interior de mi verga y se pegoteaba en mi slip. Contemple unos segundos la escena de ese bareback y me fui para el baño. Apenas entre, desde el recinto del inodoro, se me ofrecía desnudo y erecto un muchacho algo musculoso. Me fui hacia él e inmediatamente me comenzó a manosear, pero cuando yo le tome su respetable verga se apresuró a aclararme que estaba trabajando. Todo finalizó allí y yo volví a la sala más caliente y más pegoteado que cuando había dejado la butaca.
Ya con la vista más adecuada a la oscuridad me desplace hacia la mitad de las filas derecha que están adelante. Había poca gente, pero en los primeros instantes rechacé los embates de un par de adultos mayores. Observe que pasaba a mi costado una figura interesante y a simple vista parecía tener la edad y la contextura esbelta que son de mi preferencias no exclusivas.
Pego la vuelta y me gesticuló para que lo siguiera. A los segundo estábamos contra la pared de la sala pequeña reconociéndonos con las manos entre nuestros bultos y las nalgas.
Nos fuimos a sentar en las primeras filas y la poca gente que estaba se fue retirando para dejarnos hacer. No sin antes observar nuestro franeleo.
El chico era lindo, de ojos claros y rostro muy agradable, delgado, con una vos muy dulce y lenguaje culto. Por su actitud y modales permití que hiciera algo que yo generalmente evito. Comenzó a besarme la boca después de haberme pasado la lengua por el cuello y la oreja.
Se desabrocho camisa y pantalón y antes que yo intentara alguna expedición bucal, se agacho hacia mi entrepierna y desesperadamente logro que mi pija salga del eslip y del pantalón.
Me empezó a chupar la verga con una suavidad y agilidad de expertos. Me llevo muy cerca del éxtasis cuando con mucho esfuerzo intentaba tragársela toda, impedido tal vez por la poca profundidad de su garganta. Yo ya tenía la mano debajo de su cola y un dedo había hecho el trabajo de dilatación y humedad, en un orificio que al tacto dejaba sentir su estrechez.
Me reitero varias veces que solo la chupaba, pero yo no me di por vencido. Entre mi delicada insistencia y el trabajo exitoso de mis dedos sobre su ano, logre convencerlo que dejara su butaca e intentara sentarse sobre mi exagerada erección. Me recosté al máximo sobre mi butaca, mis pantalones estaban en el suelo y él se fue acomodando la cabeza de mi pedazo de carne duro y latente, recubierto por el forro que me entregaron a la entrada, en la puerta de su agujerito jugoso con mi saliva. Condición imprescindible para convencer al chico.
Sentí el ruido y la presión cuando logre vencer su esfínter para que mi verga lo penetrara. El pibe se quedó unos segundos quieto con casi tres cuartas partes de mi pedazo en su interior. Después empezó a moverse con un ritmo lento que no acompañaba mi excitación. Entre en un estado de desesperación que me perturbo demasiado, me puse de pie con el chico ensartado, lo agache para que se apoye en las butacas de adelante y empecé a bombear rápido y con fuerza. Sus gemidos eran casi gritos de placer y dolor, pero demasiados exagerados, superando ampliamente el volumen de la película. Yo estaba en la antesala del hormigueo, cuando de una manera intempestiva logro sepárame y se desplomo sobre su butaca. Quedo tendido boca arriba, con una respiración acelerada y profunda, jadeante y exhibiendo como un mástil su tentadora erección.
Me tomo de la nuca con su mano y me llevo a su cara para besarme. Inmediatamente comenzó a bajarme la cabeza para su entre pierna y me fue aproximando a su verga, que tenía un tamaño no superior a lo normal, supongo que como de 19 centímetros pero no muy gruesa. Cuando mis labios tomaron contacto con herramienta, disfrute de una cantidad placentera de ese líquido transparente y viscoso que lubricaba con exceso esa carne dura y venosa. Me la estaba comiendo lentamente con mi boca, mientras me deslizaba hacia arriba de su tronco para luego volver a tragarla, me sorprendieron los latigazos de esperma. Parecía que no iba a dejar de eyacular. Le salto tanta leche que no la pude contener y empezó a rebalsar de mi boca y a escurrirse por la base de su tronco, sus huevos y caía al piso después de recorrer el asiento de cuero.
Excitado por el gusto de esa crema tibia, saladita y algo acida, me acerqué a su boca para besarlo y retiro la cara con algo de asco. Igualmente alcance a machar sus labios con su propio jugo.
No podía terminar así, casi lo forcé a que me chupara la verga. Cuando aflojo su resistencia le tome la cabeza y lo hundí en mi entre piernas atravesándole la garganta con mi verga. Cuando intentaba zafarse interrumpí su arcada con la explosión de mi leche. Aunque parecía un momento de éxtasis con tensión, después de toser y escupir mi esperma el chico me devolvió una sonrisa chorreando leche por la comisura de sus labios. Se acomodó su ropa para salir del cine presentablemente, me dio un beso y me acaricio el rostro y me dijo que volvía muy feliz a su trabajo.
Salí del cine Ideal pensando que había tenido un justo retorno a este tipo de encuentros y que quedara, junto con otros calientes pasatiempos, en mi memoria sexual.
Pablo del Interior.