En el transcurso de la segunda mitad del siglo XX comenzó a esbozarse un rudimentario principio de articulación comunitaria de homosexuale...
DEL SIGLO XX
A principios del siglo XX ni la sociedad general ni los grupos y círculos de socialización de los que hoy llamaríamos “personas homosexuales” tenían nombres neutros de uso común que designaran a esas personas. Los existentes eran vulgares e insultantes, usados por los propios homosexuales, que perpetuaban el estigma.
Los únicos vocablos educados eran neologismos técnicos (los hombres eran llamados homófilos y uranistas; las mujeres, sáficas y tríbadas) o palabras sancionatorias: perversos, inmorales, amorales, invertidos. Entre los vocablos técnicos estaba el adjetivo homosexual, aplicado a hombres y mujeres.
LOS CINCUENTA Y SESENTA
A mediados de siglo, la sociedad Argentina tenía en uso común las expresiones homosexual, pervertido, invertido, desviado y amoral, en las que confundía contenidos médicosiquiátricos y morales.
Los homosexuales habían creado un ámbito de socialización al que llamaban el ambiente. Su jerga incluía expresiones redundantes de límites semánticos fluctuantes: beter era sinónimo de gente de ambiente. Esta frase designaba a todos los diversos tipos de minorías sexuales; los heterosexuales eran paquis; a los varones masculinos de clase baja o media baja con conducta homosexual y decían estar en la joda, y en el ambiente se les decía chongos. La pareja homosexual estable se llamaba aferato, y cada uno de sus integrantes afer (del francés affaire).
En el vocabulario de los sesenta hay implícitos dos sistemas de pensamiento.
El primero, corporizado en los vocablos perverso y desviado, es evolucionista. Supone que el impulso sexual nace en el sujeto y se dirige hacia un objeto de características prefijadas, por una ruta previamente establecida. El sujeto se hace homosexual al dirigir su desarrollo a una meta distinta a la prefijada. En la percepción general, esta desviación del desarrollo se produce por opción voluntaria o como resultado de seducción o entorno.
Esta idea se basa en la creencia de que toda persona está destinada a la heterosexualidad, y que sólo mediante un esfuerzo deliberado se puede "torcer" ese destino. Esto vuelve al homosexual responsable de su propia condición. La diferencia entre llamarlo desviado y perverso es que en la segunda hay un juicio moral que médicos, siquiatras y sicólogos no supieron combatir.
El segundo, corporizado en el vocablo invertido, es esencialita. El sujeto sólo puede unirse con su opuesto. Se presupone que los géneros son irremisiblemente complementarios: lo masculino y lo femenino son inversas mutuas. El varón es masculino y se complementa con lo femenino; la mujer es femenina y se complementa con lo masculino. En esta línea de pensamiento, se supone que para que una mujer se una a otra mujer o un varón a otro varón, alguno de los miembros de la pareja debe invertir su género: necesariamente una de las dos mujeres de una pareja homosexual deberá ser machona, y uno de los dos hombres de la pareja homosexual deberá ser afeminado.
En ambos sistemas, la mayoría establece la norma de desarrollo o de adscripción de género y sexo.
LOS SETENTA
Durante los años de la guerrilla el movimiento sicoanalítico argentino se intensificó; al llegarla la dictadura se volcó a sus variantes más abstrusas, y se tradujeron y publicaron textos de los años treinta y cuarenta. Homosexual y homosexualidad se asentaron como nombres unificadores: el campo semántico que perfilaban delimitó un yo comunal ante la sociedad general. Los círculos homosexuales aún percibían sus orígenes médicosiquiátricos (“Huele a cloroformo”, dice de la palabra homosexual un activista cuya juventud transcurrió en aquella época).
Freud había bautizado elección a un proceso en que el impulso sexual anobjetal se fija en el objeto, volviéndolo objeto del deseo.
LOS OCHENTA
Junto a la palabra homosexual aparece como moda redundante la palabra gay. Ambas se usan como sinónimos, aunque gay evoca la identidad sociocultural de las personas homosexuales desde la revuelta de Stonewall en 1969. En Argentina la usaban homosexuales de ambos sexos, sin indicar necesariamente que adscribieran a la subcultura gay, afincada en Argentina en pequeños círculos a partir de 1983.
La palabra lesbiana se impuso como su femenino a medida que el reclamo feminista de auto-designación entró en las mujeres homosexuales.
LOS NOVENTA
En el concepto unificador homosexual se perfilan dos acepciones: la primera indica una condición que se manifiesta en comportamientos o en percepción de sí; la segunda indica una conducta que permite tener relaciones sexuales con el propio sexo. La subcultura gay indica el modelo norteamericano: discotecas, lugares de encuentro, saunas y bares (llamados la noche) y normas de comportamiento, aspecto y lenguaje (llamadas el código). El neologismo gaydad no pasó de innovación curiosa; sus femeninos redundantes, lesbianidad y lesbianismo, subsisten en círculos intelectuales.
Conviven gay para hombre y mujer (indicando o no estilo de vida), gay y lesbiana especializados por género y homosexual para ambos géneros.
FIN DE SIGLO
Las micro minorías travestí y transexual cobran visibilidad. En cenáculos homosexuales el campo semántico del concepto unificador homosexual se fragmenta asimétricamente en gay, lesbiana, travestí, transexual, bisexual.
Se siente la necesidad de reconstruir el campo semántico unificador : en VIH/SIDA se acuña la frase "hombres que tienen sexo con hombres" y su sigla HSH, como sinónimo de la segunda acepción de homosexual. La dupla “paqui-béter” comienza a ser usada nuevamente en círculos homosexuales.
PERSISTENCIA DE LA HISTORIA
Todas estas etapas siguen presentes simultáneamente en la realidad actual.
El estigma, aunque ya no es hegemónico, sigue estorbando la auto-identificación. La auto-designación insultante (putos) persiste en diversos contextos y justificaciones. En las clases bajas, culturalmente conservadoras, los individuos no perciben la significación de sus prácticas homosexuales; el varón que busca a otro varón para satisfacer su deseo sigue diciendo "estoy en la joda" y sigue siendo chongo para el ambiente; el valijero de clase media persigue el sexo furtivo de los cines pornográficos y los baños públicos y de bares (las teteras); los saunas siguen repletos con las visitas de los casados que integran el ambiente.
La articulación comunal existente, engullida por la globalización, no progresó más allá de un estadio rudimentario; sigue enzarzada en el caos conceptual y las repercusiones emocionales de las palabras homosexual y gay.
La frase “SOY BÉTER” se origina en el seudónimo “Clara Beter” que César Tiempo usó en 1927 para sus “Versos de Una...”
HOMOFOBIA Y FALSA ETIMOLOGÍA
Heterosexuales hostiles y homosexuales petulantes coinciden en afirmar que paqui es abreviatura de “paquidermo” (epíteto presuntamente adjudicado a los heterosexuales por ser pesados) y que béter es adaptación del inglés "better". Los homosexuales quedan como fatuos que creen “ser mejores que ésos...” La primera etimología resuma desprecio hacia los heterosexuales (esos pesados...) y hacia los homosexuales (esos livianos...); la segunda es un yerro. En el ambiente la lengua prestigiosa era el francés.
HOMOSEXUALIDAD Y HOMOSEXUALISMO
De homosexual habían derivado dos sustantivos redundantes: homosexualidad y homosexualismo. En este último estaba implícita (las palabras terminadas en - ismo indican “partidario de...”) la idea de que la organización comunitaria de los homosexuales tendía a la promoción de sus conductas; al irse apartando la sociedad de la creencia de que la homosexualidad es voluntaria, se fue imponiendo homosexualidad.
Rafael Freda