El armario. Ese lugar simbólico en el que prácticamente todos los gais se han encontrado en algún momento de sus vidas. Los ingleses, tan ...
Quién les iba a decir que en la cultura gay los esqueletos se convertirían en personas asustadas de sus sentimientos y de las reacciones que podrían suscitar. La consiguiente salida del armario, o del clóset, se convierte así en un paso importante en la aceptación de uno mismo que no todos están dispuestos a dar.
Pero salir tiene muchas ventajas psicológicas y contribuye sustancialmente al bienestar. En todo caso, salir del armario no es un paso que deba darse a la ligera.
1. Tener clara nuestra orientación sexual. Este paso puede parecer obvio, pero no lo es tanto. ¿Quién no ha experimentado esa etapa de confusión, especialmente en la adolescencia? ¿Será que Luis me cae muy bien porque somos amigos o será que me estoy enamorando? Los patrones de conducta hetero son la norma y hacen más difícil entender o identificar otras opciones. Como en casi todos los ámbitos de la vida la diferencia entre un hetero y un gay puede no estar tan clara. Existen muchos grados de bisexualidad y es importante que antes de ponernos una etiqueta hayamos reflexionado a fondo para entender nuestros sentimientos. Estar seguros de nuestra orientación sexual no es algo que corra prisa, es un proceso que hay que dejar madurar a su tiempo.
2. Aceptarse a uno mismo. Puede que hayamos llegado a la conclusión de que somos homosexuales, pero ¿cómo nos sentimos al respecto? Hay mucha gente que se reconoce como homosexual, pero que sigue teniendo sentimientos de culpa o inferioridad, a la que le sigue pareciendo que sería mejor ser “normales” y poder tener novia. Que creen que es algo que es mejor mantener oculto. O que quizá estén convencidos de que pueden cambiar de orientación sexual si se lo proponen, que es una fase, algo que se les pasará con el tiempo… No conviene engañarse. La orientación sexual no es algo que se pueda cambiar y es una faceta perfectamente normal de la personalidad, no hay que angustiarse por ello. Aceptarse como uno es y desterrar esa homofobia que llevamos interiorizando toda la vida es un paso fundamental. Tenemos derecho a ser felices siendo quienes somos y a no tener que fingir una vida que no es la nuestra. A través de Internet podemos contactar con personas que han pasado por lo mismo que nosotros. Conocer otras experiencias nos ayudará a dar el paso.
3. Tantear el terreno. Antes de pensar en contarlo es importante hacernos una idea de qué piensa nuestro entorno de la homosexualidad. Dejar caer un comentario sobre alguien gay o hablar de una noticia relacionada con el colectivo puede servir para ver qué piensan nuestros seres más cercanos. Si se detecta un nivel de homofobia o agresividad muy altos y tememos por nuestra seguridad, quizá sea mejor no decirlo a todo el mundo. Nuestra seguridad e integridad física y mental es lo más importante.
4. Elegir a quien se lo vamos a contar en primer lugar. Conviene pensar en alguien muy cercano, con quien tengamos una sintonía especial. Puede ser un hermano, una amiga o cualquier persona con la que tengamos la confianza suficiente para hablar de nuestros sentimientos y que pensemos que los va a aceptar positivamente. Esa primera persona nos servirá de apoyo, especialmente frente a quienes tengan ideas más contrarias a la homosexualidad. Poco a poco iremos ampliando el círculo. Del armario no se sale una vez, sino muchas: con la familia, con los amigos, con los compañeros del trabajo,…
5. Dejar pistas. Si la gente de nuestro entorno empieza a sospechar que somos gais les será más fácil ir haciéndose a la idea. Se trata de hacer comentarios o mostrar actitudes que, sin ser obvias, puedan empezar a orientar a los demás en la dirección correcta. Si una amiga comenta que un chico le parece lindo podemos darle la razón discretamente, por ejemplo.
6. Ensayar nuestro discurso. Probablemente, llegado el momento de contar nuestra orientación sexual nos pongamos nerviosos y acabemos soltando las cosas de mala manera. No hay que marear la cuestión o tratar de dorar mucho la píldora. Es mejor decirlo de manera tranquila y clara.
7.Elegir un buen momento. Decirlo cuando el ambiente está tenso o en medio de una discusión es una mala idea. Tampoco es apropiado contarlo cuando la atención de la mayoría está en otros asuntos. Lo mejor es esperar a un momento en que tengamos la tranquilidad y el tiempo suficiente para hablar en profundidad.
8. Ser uno mismo. Probablemente cuando se hable de homosexualidad muchas personas recurran a los tópicos y a las ideas negativas que tienen previamente. Es bueno dejar claro que ser homosexual no cambia quienes somos. Una persona es mucho más que su orientación sexual.
9. Dejar tiempo. Habrá quien se lo tome bien y habrá quien piense que estás enfermo o confuso y que necesitas ayuda. En estos casos es mejor no discutir, dejar que la persona se calme y que vaya aceptando la situación con el tiempo. Es posible que algunas personas nunca nos acepten, pero eso no lo podemos cambiar.
10. No dejar que el tema caiga en el olvido y llevar nuestra faceta gay con la mayor naturalidad posible. Hablar de que nos gusta un chico con la misma naturalidad que si se tratara de una chica. En general la gente hetero no habla de ello a todas horas, pero no lo oculta ni lo obvia. Se trata de hacer lo mismo. Es posible que en tu grupo de amigos o en tu familia la gente prefiera seguir actuando como si nada hubiera cambiado y que se acabe hablando de tu novio como tu compañero de piso o tu amigo, obviando que hay algo más. Hacer esto es como salir del armario para luego volvernos a meter.
Es bueno que tu familia acepte tu relación homosexual con la misma actitud que aceptaría una heterosexual.
Hablar con naturalidad de nuestra pareja y no dejar que se la presente como lo que no es tiene mucha importancia. Serán esos pequeños gestos los que “normalicen” tu vida.
Eduardo T