El pasado jueves decidí ir a probar suerte al cine de Constitución en la Av. Garay. La verdad es que no fui con muchas esperanzas, aunque...
El pasado jueves decidí ir a probar suerte al cine de Constitución en la Av. Garay. La verdad es que no fui con muchas esperanzas, aunque sí me incentivaba el morbo de relacionarme con alguien lindo, en algún sentido "virgen" y, especialmente, de una clase socio-cultural diferente de la mía. O sin eufemismos: yo, un morocho atractivo de clase media quería ordeñar a un lamible morochito del conurbano bonaerense que oliera bien y que pareciera novato en esto de los petes cinematográficos.
Estuve paseando por el pequeño cinematógrafo durante algo así como una hora viendo que nadie me daba ni cinco. Es más, algunos parecían mirarme con desprecio y hacían sus cosas con otra gente, en mi opinión, nada agraciada. Será que notan que pertenezco a otra clase social, pensé. Tendrán otros códigos, me percibirán medio altanero. La verdad es que me sentía claramente como sapo de otro pozo.
En un momento vi a uno que me gustó. Histeriqueamos ambos camino a y en el baño, pero no me dió más bolilla que para alimentar su histeria hasta que se metió en uno de los privados con alguien horrendo. Seguí aburriéndome y experimentando el síndrome de frustración inter-clase hasta que llegó mi "Prince Charming": jovencito, de 17, 18, 19 añitos, realmente no se; traje gris, onda iglesia evangélica, pelo cortito, morocho, zapatitos negros bien lustrados. Al verlo decidí que esa sería mi última oportunidad de interactuar con las clases olvidadas (¡no por mi, ciertamente!).
Mi pastor lechero trató de ubicarse en alguna butaca, yo siempre atento a sus movimientos, hasta que decidió ir al baño:¡mi oportunidad!. Me apresuré y le dije "Perdón" con un distinguidísimo tono de succionador de penes de la oligarquía vacuna de la Provincia de Buenos Aires. Él habrá pensado "A este putito le voy a hacer probar mi lechita bien cremosa". Finalmente llegamos al baño, pero no hicimos nada porque había otra gente. Lo que sí hicimos fue contacto certero. Volvimos a la sala.
Me senté en la fila de atrás, él al lado mío. Inmediatamente comenzó a tocarse su morcillón casero por fuera del pantalón. Yo testeé el producto con mi "tímida" mano derecha y......¡¿cómo describirlo?! ¡Un kilométrico ejemplar!
Le sugerí al oído que subiéramos al salon Vip (allí se escribe con b larga, no tan larga como el pene en cuestión, pero larga al fin). Literalmente me lo amuré al morochín, me arrodillé ante él y me metí su inmensa poronga en mi sedienta boca acomodada. Su pija estaba muy limpia, la piel era súper suave, sus huevos importantes y expresivos y la cabeza atrevida y gustosa.
Le bajé el pantalón hasta los tobillos y le obsequié mis más exitosas técnicas linguales, laríngeas, táctiles. En resumen y sin rodeos: se la mamé como el mejor hasta que luego de unos diez minutitos de puro deleite su generosa pija se expresó abruptamente: me llenó el buche de litros de deliciosa leche, espesa, calentita. Mi placer no terminó allí. Bajé al baño y me saqué una foto de mi boca llena de leche, para pajearme luego en casa. Volví a verlo inmediatamente (él seguía en el primer piso).
Esta vez intercambiamos números de teléfono, le hice algunas recomendaciones respecto de cuidar sus pertenencias y me dispuse a partir. Sin embargo, no pude hacerlo en ese momento: el tipo que había visto al comienzo volvió a coquetear conmigo. Lo seguí al baño, que estaba vacío, me mostró su modesta pero decidida pija, me acerqué a ella, se la olí discretamente y percibí aroma a perfume. Me invitó a uno de los privados. Se la mamé bien mamada, nos besamos, le lamí los pezones, volvimos a besarnos, nos tocamos bien libidinosamente, ambos con los pantalones bajos y pechos descubiertos.
En ese momento liberé mi morbo lingüístico (luego vendría el lingual nuevamente) y le hice la cabeza con que me gustaría que me diese a probar su lechita y que antes o después me convidara con un poquito de meo. Mis palabras le resultaron bastante erotizantes , ya que en breve estaba saboreando otra abundante ración de leche de hombre y.....sí, también me meó un poquito.
Me saqué mi segunda foto. Nos despedimos, sin intercambio de teléfono esta vez. Me enjuagué mi trabajadora boca con Listerine y , ahora sí, volví a la zona donde pululan los de mi clase. Luego de esta experiencia he decidido militar a favor del intercambio lácteo-bucal entre clases.
Marcos Anchorena.
PD: Si algún lector de este exitoso blog quiere experimentar mis técnicas mencionadas arriba, no duden en contactarme vía msn: marcobaires@live.com.ar