El aire cordillerano de El Bolsón sin dudas a uno lo llena de vitalidad y energía, y como toda energía debía ser utilizada en algo. Ese d...
Ese día arrancó tarde, eran alrededor de las 14 pm. y si no hubiese sido por el canto de algunos pájaros no me despertaba, había sido una noche movida y todavía tenía algo de olor a pucho encima. Como a esa hora en el camping sabía que no había movimiento en lo que era baños y duchas me decidí a ir a bañarme.
Como mi timidez funciona frente a la gente que conozco con extraños, o como en este caso que las duchas estaban vacías, me puse en bolas sin ningún tapujo. Organicé un poco las cosas que tenía en la mochila totalmente en culo cuando escuché que entraba alguien, seguí en la mía pero bueno, era inevitable no relojear quien era.
Para mi suerte era un pelado hermoso, barbita candado, si señores… bien porno. Para ser sinceros no calentaba mucho, tenía todo el aire de padre de familia ejemplar y una cara de ser alguien bastante reacio, con decirles que mientras yo me paseaba como Dios me trajo al mundo el se quedó con unos bóxer largos bien deserotizantes, pero como el picor en parte siempre lo pone uno y su imaginación a mi ya me estaba empezando a dar calor. Físicamente era por así decirlo “normal”, nada de tubos ni físico exagerado, con lo cuál tampoco venía mal.
Bien putita tiré el shampoo cerca de sus pies en cuanto me dio la espalda, me acerqué para agarrarlo y pedí disculpas por el susodicho percance y él solamente asintió con la cabeza, distante. Ya saben cómo estaba no? Bueno, encaré para las duchas y por hacerme el pícaro me había olvidado el shampoo en la parte de los cambiadores, acá empieza lo interesante, para mi sorpresa me encontré a nuestro querido compañero observando mi ida muy atentamente cuando estaba de espaldas, lo cuál cambió rápidamente cuando se dió cuenta que me daba vuelta y advertí tal hecho, pero como zorro viejo con esa clase de “hetero flexibles” la dejé pasar, si hay algo que les encanta es creer a este tipo de hombres (como a muchos otros abiertamente adoradores de la carne masculina) es que son los machos alfa y su masculinidad nunca se va a ver afectada, prejuicio boludo que yo manejo muy bien para sacarle provecho.
Agarré el shampoo y le tiré una mirada fulminante, la guerra estaba declarada, obviamente no me miró y noté que estaba algo colorado pero que sintió aquella invitación en la nuca la sintió. Ahora con todos los elementos para poder enjabonarme y asear mi cuerpo fui mas confiado que nunca, hasta me rasqué el culo mientras iba camino a las duchas nuevamente. Seguro estaba mirando, porque cuando la curiosidad y la excitación están en juego ya no hay marcha atrás. Abrí el agua y con el correr de los minutos no veía que nuestro acompañante se uniera a alguna de las 9 duchas libres que quedaban, pero sabía que estaba ahí, expectante, carcomiendóse por dentro con las ganas de probar lo que había visto, con dudas, tratando de inhibir algo que ya no podía frenar. Lo sé porque he estado en ese lugar, y creéme que si alguna de las veces que me quise frenar hubieran funcionado este blog no tendría más de 50 post con relatos de este tipo.
De repente siento correr el agua de la ducha más alejada a la mía, parece que así iba a ser el juego, algo de histeriqueo me gustaba. Terminé de enjuagarme y cerré todo, hice un par de pasos todo mojado y me puse en la ducha contigua a la de él con la cortina semi cerrada. Ahora era su turno. Ahí esperé, en silencio y con las canillas cerradas, desnudo y con el agua aún goteando por mi entrepierna, me empecé a tocar, tenía calor. De la nada el sonido del agua cayendo se interrumpe en un solo segundo, un sonido seco. Segundos de silencio, mi respiración aumentaba, le hubiese pedido por favor que venga a mi lado si me lo pedía…
En un instante sentí como habrían la cortina con fuerza, hizo un ruido casi como si se quejara la pobre pieza de plástico, yo de espaldas esbocé una sonrisa triunfante y me dije “son cada vez más fáciles”.
Me agarró con sus manos grandes por la cintura y me dijo “vamos a ensuciarnos de nuevo”. Pasó sus brazos por mis axilas y me tenía a su disposición, quizás no podía moverme arriba pero una de mis piernas y mi parte trasera recorrían poco a poco las suyas y frotaban partes que ya estaban listas para la acción.
Me besaba el cuello y su barba me raspaba, nuestras respiraciones se sincronizaban y nuestros movimientos coincidían a la perfección. Me abrió un poco más las piernas con sus pies y mantenía su traba con los brazos para inmovilizarme, sus brazos mostraban unos bíceps fuertes y definidos, quizás la mejor parte de su cuerpo. Tuvimos tiempo de hacernos lo que queríamos, cuando ese tiempo pasó me pegó una nalgada y se fue a cambiar, yo transpirado y con olor a sexo volví a abrir la ducha y me volví a enjuagar. Cuando me fui a cambiar ya no estaba, tampoco mi calzoncillo, me había dejado el suyo. Extraño detalle que tomé como un saludo y agradecimiento.
Al otro día lo vi irse del camping con su auto familiar, su mujer al lado y los dos chicos atrás. Me miró con sus lentes espejados y yo me reí, le di vuelta la cara mientras me seguía mirando y seguí caminando con mi amiga en la dirección contraria.
Llevaba puesto su calzoncillo, él, seguro que el mío.
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