Hace mucho tiempo escuché en la televisión a un sexólogo afirmar lo siguiente: “las relaciones heterosexuales son las más disfuncionale...
Hace mucho tiempo escuché en la televisión a un sexólogo afirmar lo siguiente: “las relaciones heterosexuales son las más disfuncionales; las homosexuales lo son menos; y, la que nunca falla es la relación auto-erótica: la masturbación”.
No hay, sostenía, en condiciones normales, una masturbación que falle. Infalibilidad absoluta. 100% de efectividad. Esta singular y muy significativa cuestión nunca me terminó de cuadrar. No porque no me pareciese verosímil, de hecho, mi propia experiencia casi la confirma (piensen, queridos lectores, en sus propias experiencias); en realidad, nunca me cuadró del todo porque no sabía cuál era su explicación.
La masturbación es platónica entonces. Seguramente todos han oído hablar alguna vez de la famosa “teoría de las Ideas” del filósofo griego Platón. Según este pensador, existen dos mundos: por un lado, este mundo concreto que conocemos, en el que habitamos y actuamos los seres humanos, y que se caracteriza por la negatividad de la materia: imperfecta, temporal, caduca, corrupta, finita, etc.; por otro lado, existe un más allá, perfecto, eterno, ideal, pleno, que escapa a la degeneración del mundo material (algo así como el cielo de los cristianos). La cuestión cae por su propio peso: ¿qué hacemos al masturbarnos si no es ubicarnos en un más allá ideal? Muchas veces se ven en los comentarios de este blog, algunos escépticos que no creen en lo que el otro está relatando y lo ponen bajo la calificación de PORNO - VERSO, como si todo esto remitiera a la calidad profesional de la fantasía del otro para llevar una experiencia personal al papel.
¿No son las fantasías con las que jugamos en nuestra mente representaciones perfectas de aquello que deseamos? Es justamente esa perfección del objeto de deseo masturbatorio el que hace que esta nunca falle, ¿cómo podría no ser exitosa? La única opción que se me ocurre es un auto-boicot, es decir, que generemos una fantasía que no sea ideal y que, por lo tanto, nos cause algún tipo de insatisfacción, malestar o sufrimiento. Evidentemente, en este caso el acto se verá perjudicado, pudiendo ser disfuncional.
Pero la mayor parte de las veces eso no ocurre.
Hubo otros que pensaron el tema antes que nosotros. Para Nietzsche, la creación de ese otro mundo ideal es expresión de individuos que no soportan la existencia tal cual es, con toda su imperfección, con el dolor, el sufrimiento, la conciencia de la muerte, etc. Hoy lo vemos en aquél que está hincado en medio de un cine esperando que la leche de varios inunde su boca sin pensar seriamente a todo lo que se está exponiendo. En estos tomadores de semen, la propia ingesta ha vampirizado la relación, con cada eyaculación se consideran completos, pero enseguida vuelven a quedar solos ante la falta.
Son débiles, incapaces de gozar la existencia, impotentes para afirmarla tanto en el dolor y en la alegría. Se refugian en su fantástica realidad ideal. El sexo, evidentemente, no es ideal. Es plenamente material, corporal, expresión de fuerzas e intensidades. En la relación sexual nos enfrentamos a lo real en el cuerpo del otro. La alteridad radical de la eventual pareja nos impide controlar, conocer, nos impide asegurarnos para alcanzar un “final feliz”. Por ello muchos se fugan a la genitalidad.
Nunca sabemos qué encontraremos: qué gestos, movimientos, olores, texturas, palabras, etc., saldrán a nuestro encuentro para sorprendernos. El otro como fuente de lo desconocido, de misterios; el otro como signo, como experiencia abierta, como afuera absoluto. Evidentemente, solo cuando nos entregamos a la experiencia de lo ajeno e incógnito podemos fallar. Y de hecho, fallaremos una y otra vez, pues no sabemos cómo recorrer el camino, pues no conocemos el camino, pues el camino está siendo trazado en cada instante, con cada paso.
La masturbación, por platónica, no es disfuncional. Pero claro, es tibia. Ahí nomás. Está bien, pero seguro sentimos que algo le falta. Aunque muchas veces entre dos hombres pueda darse como algo que une, complementa y fortalece. Y lo que le falta no es más que la densidad propia de la realidad. La fantasía ideal nunca nos decepcionará, de eso estamos seguros. Pero tampoco nos llevará muy lejos, pues no tiene una conexión efectiva con las fuerzas e intensidades que recorren y mueven la vida. Nos mantiene en una segura medianía.
La relación sexual efectiva, por el contrario, está plagada de vitalidad. Y la vitalidad es impredecible, puede encenderse y llevarnos a lugares insospechados (y terminaremos diciendo cosas como: “yeah, yo quiero que me la metas por el culo, cuando hasta ahora tímidamente nos habíamos animado a chuparla en medio de un baño, las cosas van cambiando, son dinámicas”)… pero también puede simplemente apagarse como un cigarro mojado. En todo caso, el riesgo de perder solo existe cuando también podemos ganar. Y eso solo nos lo ofrece la tierra y el cuerpo. No las ideas.
* Ale K es licenciado en Psicología (UBA), psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión. Capacitador. Trabaja con pacientes HIV, con parejas y varones gays. Es comunicador radial distinguido por divulgar la cultura lgtb. Para comunicarte con élescribe un comentario a continuación o a su mail: