Imaginaba que ahÃ, al momento de ducharme me iba a encontrar con una linda sorpresa y asà fue. Esto ocurrió anoche. Fui a un restaura...
Imaginaba que ahÃ, al momento de ducharme me iba a encontrar con una linda sorpresa y asà fue. |
Ya de camino, iba entusiasmado porque algunos de los mozos era demasiado lo que me gustaban, me ponÃan bien caliente y eso era motivador.
Llegar temprano para limpiar el salón y luego las duchas. Imaginaba que ahÃ, al momento de ducharme me iba a encontrar con una linda sorpresa y asà fue.
Silvio era el que más llamaba mi atención, era el bromista del equipo, el “mete chiste” “mete mano” y su frase de cabecera era "¿te la enseño?".
Al principio me pareció un estúpido pero era lindo el estúpido. Todos eran del interior del paÃs y los tipos del interior me parecen bien sexys. Cuestión que miré a todos de qué manera se acariciaban con el jabón, me morÃa de ganas de llenarme de ese montón de músculos y llenarme de la leche de todos.
QuerÃa ser la puta del restaurante, la mujer de todos ellos, en grupo o de a uno; que me cogieran que me dieran bien en la boca, en todas partes, que se rieran de mà y de mi suerte. Vi una verga a mi lado, dura, hermosa, morena y una mano que movÃa mi deseo y espuma corriendo por la pija. ¡Qué tentación!, amigos qué tentación. Tanto hombre bruto solo para coger sin cruzar una sola palabra. Sentà una mano detrás de mÃ, jugando con mi ansiedad. Todos se mofaban del puto, era la novedad. Uno se acercó para pedirme un poco de shampoo, yo se lo di y le rocé la mano en una intención bien putañera y me dijo: “te lo voy a devolver”. -claro que sÃ, pensé.
Algunos salieron del agua enseguida y otros se demoraron más. Uno me dijo sin vergüenza -"se que te gustan los hombres, y acá tenés muchos" – a lo que respondà valiente -"se que querés cogerme" y me agarró la cabeza fuerte y me llevó a mostrar su pija. La chota dura y jugosa ahora estaba en mi boca ¡que hermoso! y éste silbó mientras yo chupaba y un compañero se acercó. –ves, te dije que era puto –sentenció como ganando una apuesta. -Veo, -respondió el otro y peló la verga caliente.
Metà esa también en mi boca. La cabeza de las chotas me obligaba a abrir grande la cavidad, salida de mis tormentos. Los pobres tipos me acariciaban la nuca con ternura. -¡Cogeme! le ordené a uno y no se demoró, me la metió fuerte, sin tacto, sin cuidado. Mordà al otro y me dio un golpe en la cara. -¡puta! -me gritó. -Perdón –dije. Se acercó el cordobés que habÃa oÃdo el grito. -¡Wow! -exclamó... y se empezó a pajear. Los chicos parecÃan estar acostumbrados... asÃ, uno se quedó viendo y otro me sacudÃa el orto ¡con unas ganas!... mi culo mojado aguantaba la cabeza que entraba y salÃa rápido y furiosa. El orto me ardÃa pero resistà cada sacudón. El desgraciado lo gozaba y yo ahà ante ellos, “mis hombres” habÃa conseguido ser la puta y ya soñaba con superarme cada noche.
Acabó el macho que me cogÃa. Acabó en mis nalgas y aulló como bestia. El otro se vino enseguida. Yo solo lo miré.
A media noche, cuando ya todos sabÃan lo sucedido y yo era el comentario... busco hielo y no encuentro, entonces le pregunto a una encargada por el hielo y me dice la china envidiosa de mi fama, que le pregunte a un mozo. Éste llamó a otro, el más lindo para mà que necesariamente no era el más bello. Rasgos asiáticos, vocabulario escueto, atrevido... sube a una ascensor (esto tenÃa dos pisos "sucios como todo antro chino" y oscuros) un minuto en el ascensor, me mira, se rÃe, como sabiendo lo que va a venir. -¿Te la enseño? -dijo. –Enseñámela -increpé y se levantó el faldón, bajó un cierre en el pantalón y me mostró la verga. ¡Era un caballo el hijo de puta! La guardó. Llegados al segundo piso abrió una cabina freezer tamaño baño y me encerró. Bromeó y volvió a abrir. -No te asustes me dijo. -No me asusto -dije seguro. -Ahà está –señaló. Me agaché y quedé a la altura de su pija. Le levanté el faldón, bajé su cierre y yo saqué esa poronga para mÃ. Solo sonrÃo.
La chupé, la tragué, con la lengua enloquecida de arriba hacia abajo y también viceversa. Los huevos con la lengua, los dedos en su culo y él dejándose. Empezó a pajearse en mi boca, guiado por el hielo que quemaba. Me sacudió la verga en el orto más fuerte que el otro anterior. Era una bestia, me cogÃa con demasiada fuerza y me gustaba. Quise abrazarlo, como una mujer harÃa con un macho. Me agarré a sus piernas fuertes... morÃa de ardor con esa pija adentro desgarrándome. De pie me dio leche urgente.
Silvio era el mejor amante de aquel restaurante. Cuando acabó, me agarró de los pelos, me miró a los ojos y me dijo:
-"Puto, a mà también me gustan los machos, y estos son mÃos. No te quiero mañana acá". Y no volvÃ.
Jesús Navarro