Almodóvar ya se habÃa quitado de la pantalla chica, la carne trémula ahora era la mÃa, y la él. Minutos antes yo habÃa entrado a la ducha e...
Almodóvar ya se habÃa quitado de la pantalla chica, la carne trémula ahora era la mÃa, y la él. Minutos antes yo habÃa entrado a la ducha e intencionalmente para mi pecado dejé la puerta del cuarto de baño abierta.
Me dio miedo no correr la cortina de la ducha, sentà que era mucho atrevimiento y para tenerlo cerca le hablaba; asà él tendrÃa que quedarse al alcance de mi deseo. Salà del agua y me sequé despacio, ocultando con una bata la erección que me recordaba ser hijo del mismo diablo. Después fue su turno, inevitablemente el calor nos conducÃa al baño, entró a la regadera, corrió a mitad la cortina, despreocupado, confianzudo, familiar. Yo, fingiendo que me quitaba unos pelito de las cejas, con una pinza de depilar que está en el botiquÃn para que cualquier hetero que entre a mi casa sepa de inmediato que soy muy... ¡puto! Miré de reojo entre sus piernas morochas, macizas, velludas; y vi ahà un miembro parecido al mÃo, idéntico en tamaño pero más oscuro. Venoso, mojado. Una pija que se despertaba mientras él la tocaba. Morà de ganas de meterme ahà y de comérmelo como el lobo se comió a caperucita en el cuento.
Cuando salió del baño, urgente se puso un slip y más todavÃa (creo que sospechando mis pensamientos), se puso un short, que para ser sincero me calentaba más.
Yo tenÃa un slip negro y chiquito, que dejaba notar el miembro grande y más grande de a momentos por él, y marcaba mi culo como el de un joven fuerte, cuando me giraba a tomar una garra de naranja y Malbec, intencionalmente preparadas para la ocasión. Todo el tiempo me cuestioné qué hacer, porqué hacerlo, para qué. Mi novio no estaba en casa, de esta presa yo no me librarÃa nunca. ¡Nunca! para siempre estarÃa ligado a mÃ.
Lo inevitable sucedió. La habitación quedó a oscuras, su cuerpo y el mió uno al lado del otro, tirados, como muertos, mirando el techo sin decir una palabra, sin dar un indicio de nada de todo eso que sabÃamos, iba a suceder. PodÃamos oÃr nuestra respiración y yo podÃa oÃr todavÃa más, el pulso de su corazón.
Me abrazó en una escena mejor que la de Almodóvar, me abrazó como en una pelÃcula de amor el galán abraza a su mujer antes de cogérsela. Él me estaba por coger, lo sabÃamos. Aunque cuando yo comencé mi danza final sobre su histeria para emboscarlo y desarmarlo, rozándolo con la pija enorme y dura me dijo: -“¡NO! soy tu hermano”. Busqué tranquilizarlo. QuerÃa resistÃrseme y si me evadÃa yo morirÃa de vergüenza. Continué lento, bien lento... dulce y deseoso de encontrar la pija de mi hermano para mÃ.
Le hice masajes. Confirmado, ¡son infalibles! Y lo toqué con aceite en las manos por toda la espalda, que cargaba una tarde entera y un sol dorado allÃ, y toqué sus nalgas duras como piedra, hambrientas y más allá sus piernas eternas de futbolero. Durante un largo tiempo estuvo asÃ, de espalda y luego se volteó dándome el frente. Él se dejaba, le gustaba y mucho.
La pija le explotó de golpe, no supo disimular nada, olvidó el parentesco y se dejó arrastrar por mi infierno. Con la boca le adoré la pija dura y dulce como el chocolate. Toda entera entraba en mi boca sin final. Toda mi ansiedad hecha baba corrÃa por sus piernas y yo lo miraba y le decÃa: -"Mirá cómo te chupo todo entero". Y mi lengua como un demonio robaba su voluntad y la enfermaba. Se la arranqué con la boca. Todo su semen en mi pervertida cavidad bucal era jugo para ese enero tremendo de calor y de encierro.
Él seguÃa caliente, su verga no bajaba. Le dà mi costado para que me penetrase y lo hizo con fuerza, con entusiasmo. Me mordÃa la nuca, me besaba el cuello... ¿PensarÃa en su mujer?, no lo sé, no importa eso. Me golpeó duro, adentro, más fuerte, como un caballo tomó mis caderas y renunció al apellido, a la sangre, y la sangre se hizo leche.
Asà fue como me cogà a mi hermano. No va a olvidar lo que soy capaz de hacer, lo que le dÃ, lo que tengo.
Jesús Navarro