Hace tiempo que no voy, pero en Hipólito Yrigoyen, entre Bernardo de Irigoyen y Tacuarí hay dos cines. El que está más cerca de B. de Irigoy...
El otro, más cerca de Tacuarí, es más chico pero la gente tiene muy buena onda. La mayoría madurotes. Si uno no es muy exquisito, siempre liga para lo que guste. Una vez estaba a la espera, se me acerca un viejo, pero era evidente que yo no tendría ganas de él. Me pregunta: “¿Ya te cogió el sordo?” Yo no entendía. Me explica: “Quedate por acá, que en cualquier momento se te tira”.
No pasó mucho tiempo cuando un tipo, entre 45 y 50 años, me agarra de la cintura y me lleva para un costado oscuro. Me empezó a besar. Era el sordo porque llevaba audífonos. Muy buen cuerpo. Después de un rato de tragarnos cada uno la saliva del otro, se agacha y me baja los pantalones. (Cuando voy de cacería no uso calzoncillo para hacer más fácil las cosas.)
Me la chupó magistralmente. Cuando sintió que la tenía al palo, me dio vuelta para hacerme un examen proctológico con la lengua. Me excitó al mango, mientras que me relajaba y lubricaba el ano. Se paró y me la puso de un saqué. Tenía una técnica magistral para bombear, sacándola del todo y volviéndola a meter. Mi culo está experimentado, así que no me dolía, pero sí experimentaba un placer como pocas veces.
Por llegar al clímax, me la saca para que yo me la llevara a la boca. Apenas la envolví con mi lengua, derramó con fuerza el preciado líquido. Por lo general, nunca trago la leche de un desconocido, pero ni bien hubo terminado, sin darme tiempo a escupirla, me levantó para besarme y tragarse él su propio semen, usando mi boca como copa. Lo ví un par de veces más. Ya habiéndolo identificado, yo era el que lo buscaba y me lo llevaba a un costado. Hace tiempo que no vuelvo por allí. (Cambié de trabajo y ya no me queda tan cerca.)
Por Máximo G. F