Me pidió que me siente sobre su verga y lo cabalgue. Eso hice, pensé que me morÃa ahà mismo. Esa tarde habÃa salido a dar una vuel...
Me pidió que me siente sobre su verga y lo cabalgue. Eso hice, pensé que me morÃa ahà mismo. |
Esa tarde habÃa salido a dar una vuelta sin nada en particular. Me dejé tentar por un café en Starbucks, para probarlos que tal eran, cuando veo a un ex profesor de la facultad. Al principio dudé si saludarlo o no ya que se encontraba bastante alejado de donde estaba. Decidà pedir el café y acercarme fingiendo casualidad. Metros antes de llegar a su mesa levantó la mirada, sonreà y me devolvió el gesto.
-Hola.- Dije.
-Hola, ¿cómo estas?
-Bien.
-¿Tomándote un cafecito?
«claro, que observación pelotuda» pensé sin dejar de sonreir.
-Sentate.- Dijo. -¿Qué estás haciendo por acá? ¿VivÃs cerca?
Comenzamos a tener una charla extraña. Al cabo de unos minutos me di cuenta que no me habÃa reconocido; y peor aún, resultó ser bastante cortés. Decidà despejar mis dudas, entonces, tomé la varilla con la que revolvÃa mi café y la limpié con la lengua de manera muy sugestiva para ver su reacción. En efecto, a mi ex profesor le gustaban los chicos.
Por mi parte actuaba con cierto temor a que recuerde quién era yo; y por si estaba equivocado.
Después de unos veinte minutos me invitó a su casa.
En el camino le confesé que habÃa sido alumno suyo un año atrás. Sonrió. Según él, le habÃa parecido conocido y la idea de que haya sido mi profesor lo calentaba más.
Entramos al ascensor y ni bien estuvimos encerrados subiendo me tomó de la nuca y me llevó a él metiéndome la lengua buen adentro.
-Asà que me habÃas reconocido y te hacÃas el boludo...- Dijo en voz baja manoseándome el culo. -Te voy a llenar ese culo de pija.
Llegamos a su departamento, un departamento muy cuidado. Ni bien cerró la puerta me estampó contra la pared besándome como todo un macho en celo y manoseándome todo el cuerpo. Me agarró del culo y me levantó sin sacar su lengua de mi boca. Me llevó hasta un sillón donde se dejó caer encima. Asà estuvimos largo rato.
-¿Vamos a la ducha?
La propuesta me pareció extraña pero acepté porque una ducha nunca viene mal.
Su cuerpo era delgado y su verga bastante grande. De la ducha fuimos a su cama donde desnudos franeleamos.
Me dio vuelta y, abriéndome los cachetes de la cola, lamió mi ano con tal devoción que me hizo delirar. Volvió a darme vuelta y probó mi verga. SabÃa chupar. Me encontraba recostado sobre las sábanas recibiendo sexo oral cuando se incorporó y, poniendo sus rodillas trabando mis brazos, comenzó a bombearme la boca sin pedir permiso (lo que me gustó mucho). Se colocó sobre mi haciendo que su verga entre toda en mi boca, aplastando sus huevos contra mi mentón. No podÃa respirar.
La nueva posición me permitió liberar mis brazos, lo que me ayudó a sostenerlo ya que su verga me ahogaba. En un momento, mientras él encima mÃo sostenÃa mi cabeza contra su verga, tomé sus huevos con una mano y con la otra introduje mi pulgar en su ano. Su pija se endureció más. Eso lo exitaba pero en un momento pareció cansarlo, fue entonces que se levantó y, sin soltar mi cabeza, se bajó de la cama. Estuve a punto de levantarme.
-No te levantes. Girá para este lado.- Dijo haciendo señas que lleve mi cabeza hacia el borde de la cama.
Me acomodó de manera tal que mi cabeza quedó suspendida en el aire. Con una de sus manos sostuvo mi cabeza manteniéndola en la posición que él deseaba y con la otra tomó mi cuello. AsÃ, metió otra vez su verga en mi boca para bombearla bien profundo. En esa posición no tenÃa como impedir que sus huevos choquen contra mi cara. Me ahogaba, mi saliva cubrÃa mi rostro.
Después de un buen rato me soltó. Mientras me recuperaba se fue a buscar un gel lubricante que se puso en la verga. Me tomó de la cabeza y me puso de espaldas a él sobre la cama, sentà como me iba inyectando su verga en mi cola.
-Ahi te entró toda putito.- Dijo cuando empezó a bombearme.
Su verga era tan grande que no podÃa aguantarla, mis gritos parecÃan excitarlo más.
Me la sacó y se acostó pidiéndome que me siente sobre su verga y lo cabalgue. Eso hice, pensé que me morÃa ahà mismo.
Me ayudó con los movimientos. Sus alaridos deben haberse escuchado en toda la manzana.
Me pidió que me masturbe y vuelque mi leche sobre su pecho. Le di el gusto.
-Esto tenemos que repetirlo; me gustarÃa vestirte de nena y cogerte con un amigo.- Me dijo después de una segunda ducha y antes de volver a comerme esa verga tiesa otra vez.
Eduardo Vega