FALSE

Page Nav

HIDE

HIDE

HIDE

Grid

GRID_STYLE
TRUE

Top Ad

//

Últimas novedades

latest

Nos escribe Esteban.... Memorias de un esclavo

  Hola les escribo porque me gusta mucho este blog, lo encontré una vez y no puedo dejar de pasar. Me parecen copadas las historias ...




Hola les escribo porque me gusta mucho este blog, lo encontré una vez y no puedo dejar de pasar. Me parecen copadas las historias y quería aportar la mía porque no veo ningún relato ni fotografías de gente esclava, de perros como nos decimos nosotros de gente amante del ritmo sado, del cuero, de todo el fetichismo que rodea nuestras hermosas vidas.

Tanto en la soledad de un cuarto, en los baños que recorría, -especialmente el de la estación Hernández de la linea D donde un día nos cruzamos brevemente- podía pasar la velada con otra pija taladrándome las tripas o la garganta, o cuando algún cliente me pagaba para que sea yo el que le taladre el culo, solo podía desahogarme y acabar masturbándome.


Podía repetir casi sin necesidad de reponerme; es verdad que era un adolescente y que el brevísimo instante del orgasmo era una de los pocos en los que la realidad, generalmente no muy amable desaparecía por completo.


Después llegaron las drogas, pero esa es otra historia muy penosa y no viene al caso.


Cuando "ese hombre" que me pareció subyugante, vestido con ropas muy caras y oliendo a macho, a buen tabaco, y a excelente perfume, me encerró en el cuarto del hotelucho donde llevaba mis clientes sin siquiera consultar por mis tarifas, y me tomó las muñecas para atarlas con su cinturón de cuero a los barrotes de la cama metálica, como la de los hospitales, pensé que era una lástima porque tenía unas ganas enormes de acabar mientras me garchaba.

A la mañana siguiente no estaba seguro si era verdad o lo había soñado. Recordaba como si fuera algo que no me hubiese pasado a mí; como si se tratara de una película que había visto la noche anterior.


Una película en la que "ese hombre" me pasaba por la cara su enorme verga con olor a meo-perfume y tabaco, pero no tan cerca para que no pudiera chuparla y me susurraba al oído que quería ver surgir mi leche mientras me mantenía clavado con su grandiosa pija que me llenaba y ardía, ahora, dentro de las tripas deliciosamente.


Y del surtidor de mi verga inflamada y sin que nadie la tocara saltaron los chorros de guasca para complacerlo, para que no le quedaran dudas que me estaba dando placer como nadie antes; y en realidad y aunque todavía no lo supiera conscientemente, para decirle que mi cuerpo siempre obedecería sus ordenes. Aunque sangrara como lo estaba haciendo ahora por los latigazos que me había dispensado y me ardiera por el meo que había sobre mis heridas, que según mi amo tenía un efecto analgésico y relajante, con el tiempo me convencí que esa lluvia dorada era lo mejor que me podía pasar. Ahora a veces tengo el placer que luego de acabar abundantemente el amo me de su pis con restos de leche mirándome fijamente a los ojos, sin desperdiciar una gota.

La siguiente noche lo esperé rechazando a todos lo clientes que me tentaban con su dinero. Él no apareció.


A la segunda noche y bien temprano lo ví llegar y me arrodille abrazándome a sus piernas.


Allí estoy todavía; deseando que sea para siempre.

Esteban L